Complejidad
Últimamente repito mucho esa palabra. Es casi como un amuleto, o algo que al decirlo me evita tener que pensar más. Es complejo y ya está, ¿para qué darle más vueltas? Todo me parece complejo en extremo, como una inmensa tela de araña con ramificaciones diversas. Y ya me he dado cuenta de que no lo puedo abarcar, que es imposible. Me es imposible una comprensión racional.
Y es que, en teoría, la vida debería ser en línea recta, con los buenos a un lado, los malos a otra, los principios bien claros, los pensamientos perfectamente estructurados y sin contradicciones, sentimientos totalmente entregados a los demás, sin fisuras ni egoísmos. Pero es imposible llevar una línea recta campo a través, con tantas piedras y escollos, con tantas zarzas y barrancos, y los principios, que se lucen orgullosamente como un blasón, a la mínima de cambio se resquebrajan estrepitosamente ante el propio asombro. Y cuando se resquebrajan, algunos no se dan cuenta y siguen adelante con los principios resquebrajados porque no se detienen a mirar por si acaso se asustan. Otros se dan cuenta, se asustan mucho y se culpan, se castigan por no haber podido cuidar sus principios. Y creen que la culpa es suya, y no que esos principos, en realidad, vengan con defecto de fábrica.
Confundatur maledictis
Eso está en la letra del Requiem, y me llama la atención. El castigo (palabra clave en nuestra cultura) es la confusión. El castigo de no seguir una doctrina. Así pues, los que no seguimos una doctrina estamos condenados a la confusión, la angustia permanente. Y yo seguría gustosa una doctrina, cualquiera, no importa, pero que no sea casposa. Y ese es el problema, que son todas muy casposillas y no tienen glamour.
Y es que, en teoría, la vida debería ser en línea recta, con los buenos a un lado, los malos a otra, los principios bien claros, los pensamientos perfectamente estructurados y sin contradicciones, sentimientos totalmente entregados a los demás, sin fisuras ni egoísmos. Pero es imposible llevar una línea recta campo a través, con tantas piedras y escollos, con tantas zarzas y barrancos, y los principios, que se lucen orgullosamente como un blasón, a la mínima de cambio se resquebrajan estrepitosamente ante el propio asombro. Y cuando se resquebrajan, algunos no se dan cuenta y siguen adelante con los principios resquebrajados porque no se detienen a mirar por si acaso se asustan. Otros se dan cuenta, se asustan mucho y se culpan, se castigan por no haber podido cuidar sus principios. Y creen que la culpa es suya, y no que esos principos, en realidad, vengan con defecto de fábrica.
Confundatur maledictis
Eso está en la letra del Requiem, y me llama la atención. El castigo (palabra clave en nuestra cultura) es la confusión. El castigo de no seguir una doctrina. Así pues, los que no seguimos una doctrina estamos condenados a la confusión, la angustia permanente. Y yo seguría gustosa una doctrina, cualquiera, no importa, pero que no sea casposa. Y ese es el problema, que son todas muy casposillas y no tienen glamour.
5 comentarios
El Martillo de Thor -
¿pero y si las deducciones no las tomas nunca como verdades absolutas? No es necesario, quizás depende, verlo como verdad absoluta para avanzar.
aunque en verdad me contradigo ya que diríamos que tomo como verdad absoluta lo siguiente: la relatividad es muy importante, el mismo punto se ve distinto en función de la prespectiva, lo importante es ver el conjunto
Fri -
El espíritu crítico me parece fundamental. En eso estoy de acuerdo contigo.
El Martillo de Thor -
Opción B (la mía diríamos): a través del pensamiento crítico y abierto ir destrillando por ti mismo (y creando). El resultado de esto serian dogmas? uffff, no, desde el punto de vista que un dogma es eso y punto, da igual como se haya llegado, es así y punto.
Diría que el resultado opción B, esos principios, se resquebrajan con mucha menos facilidad
Fri -
El Martillo de Thor -
diría que debemos contruirnos nuestra propia doctrina, yo es lo que intento hacer