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Noche con Miss Sirena

Noche con Miss Sirena Eran las doce cuando Miss Sirena se apareció en mis aposentos del harén. LLegó sinuosa dejando un reguero de agua en el parquet. Sus escamas plateadas brillaban a la luz de los candelabros. Me miró con unos inmensos ojos azules magnéticos. Estaba fascinante, claro, recién salidita del estanque con nenúfares en el que se da baños relajantes.

Me levanté y le dije: "Muñeca, que me lo has dejado todo perdido, voy a tener que ir a por una fregona, espera un momento". Pero ella tenía prisa porque había quedado después con uno de los guardias del harén.

"No hace falta", me dijo,"si contigo tengo para cinco minutos, como entrante, el plato principal viene luego, y después tengo segundo plato, postre y café".

La miré con cierta preocupación e intenté imponerme, claro: "Vamos a ver, muñeca, se supone que tú estás en mi harén y no puedes andar de correrías por ahí sin mi permiso"

Se rió e hizo un gracioso giro serpentino con su cola plateada de sirena. "Bueno, no es que corra mucho, la verdad, pero no hace falta, con esos guardias que has puesto en el estanque estoy bien servida"

Me empecé a dar cuenta de que había sido una idea equivocada haber puesto a dos fornidos mandingas para evitar que se escapase o entrasen rivales en mi harén. "Pero ya sabes, Sirena, que esos guardias no están ahí para tu disfrute personal, sino para vigilarte"

Miss Sirena soltó una carcajada. "Si ya me vigilan, no creas que me pienso escapar. No me da tiempo ni a pensar en una fuga. Cumplen perfectamente con su cometido".

Se echó la melena hacia atrás, hizo un quiebro marino con su larga cola de hermosas escamas plateadas y miró el reloj de arena. "Ya han pasado los cinco minutos", me dijo, "Mandinga II me espera para vigilarme". "Qué seas bien vigilada", respondí viendo ya que no podía hacer otra cosa que resignarme, porque no es plato de gusto que una sirena te deje plantada, pero tampoco era cuestión de dejarla sin vigilancia.

Se alejó zigzageando por el parquet y dejando un considerable reguero. Cuando llegó a la puerta se volvió, sonrió y antes de desaparecer en su halo plateado me dijo: "Ah, y ya de paso que limpias el parquet podías darle un poco de cera para protegerlo".

Y aquí estoy, dando cera. Los que cepillan son los mandingas. ¡Mondo cane!

4 comentarios

Fri -

Qué te lo pases bien en Toledo, pero cuidado con meter a algun salvaje de esos de estrangis en el harén, que los mandingas me tienen informada.

Un beso

Kiri -

Ponme lo que sea, que me inspiran los salvajes.
Sin ir más lejos, me voy otra vez pa Toledo, que hay muchos sueltos por la calle. Es que voy a escribir una novela, sip. Ambientada en la ciudad del Tajo y tal.

Cómo mola lo que has escrito, jajaja. Me lo voy a guardar.

Muuuuuuuuuuuuuuuaaaaaaaa muy grande.

(En tu barriguita, je)

Fri -

Los domingos déjalos descansar un poco, que tienen que recuperar fuerzas. Si acaso te pongo a un zulú como suplente, que aunque no tienen la misma corpulencia son muy bravos y resistentes ;-)

Kiri -

jajajjajjajaja
Sí, vamos, verídico todo, que me acuerdo yo.
Los mandingas bien de salud y eso, sí.
jaaja