Fue en un área de descanso en la autopista que lleva de Lorient a Rennes, Bretaña. Paramos a comer algo, un sandwich y fruta.
A nuestro lado había aparcado un coche con una caravana. Volvían de vacaciones en la playa. Últimos días de agosto del 2002. Era un matrimonio mayor, muy entrado en años. Eran delgados y silenciosos y nos miraban con curiosidad porque, aparte de no parecer de la zona, teníamos una matrícula que era un enigma, difícil de identificar incluso para ciertos policías no muy enterados.
Nos sentamos en una de esas mesas de madera estilo merendero y comenzamos a comer, deprisa, riendo. Ellos nos observaban en silencio.
Se sentaron en un merendero al lado del nuestro y empezaron a sacar tarteras y cubiertos. Un hule, servilletas, platos, y empezaron a comer pausadamente sin quitarnos la vista de encima.
Tanta vigilancia me resultaba agobiante, así que les sonreí. Me sonrieron. Sonreímos todos en silencio. Y siguieron mirando. Entonces yo les miré a ellos, y observé su hule de los años sesenta, su
A nuestro lado había aparcado un coche con una caravana. Volvían de vacaciones en la playa. Últimos días de agosto del 2002. Era un matrimonio mayor, muy entrado en años. Eran delgados y silenciosos y nos miraban con curiosidad porque, aparte de no parecer de la zona, teníamos una matrícula que era un enigma, difícil de identificar incluso para ciertos policías no muy enterados.
Nos sentamos en una de esas mesas de madera estilo merendero y comenzamos a comer, deprisa, riendo. Ellos nos observaban en silencio.
Se sentaron en un merendero al lado del nuestro y empezaron a sacar tarteras y cubiertos. Un hule, servilletas, platos, y empezaron a comer pausadamente sin quitarnos la vista de encima.
Tanta vigilancia me resultaba agobiante, así que les sonreí. Me sonrieron. Sonreímos todos en silencio. Y siguieron mirando. Entonces yo les miré a ellos, y observé su hule de los años sesenta, su
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