Pobre diablo
Debía tener yo unos siete u ocho años y dibujaba en aquella mesa rectangular, recia, de estilo castellano. Me costaba llegar al tablero de la mesa de comedor desde las enormes sillas de cuero, tan odiadas por mí por lo sólidas, pesadas y difíciles de manejar para una niña delgada, de aspecto frágil.
Sonaba la radio, como casi siempre. Mi hermana mayor, sentada en otra silla, hablaba con alguien que no identifico ahora.
Aunque soy un pobre diablo
casi siempre digo la verdad
Yo escuchaba la radio a la vez que mi curiosidad me inmiscuía en la conversación de mi hermana. Victor Manuel cantaba con esa voz ahogada, a punto de darle un ataque de asma, mientras por otro lado me llegaba la noticia de que la mejor amiga de mi hermana había perdido a su padre.
Dejo sangre en el papel
y todo lo que escribo al día siguiente rompería
si no fuera porque creo en ti.
La amiga de mi hermana, de unos diecisiete años, había entrado en su despacho y había encontrado a su padre muerto. Se había pegado un tiro en la cabeza y la sangre inundaba la mesa.
Sangre en el papel. Decía Victor Manuel. Sangre en los papeles de la mesa. Aún me parece ver la imagen de aquel hombre al que nunca conocí. Me alarmé y le pregunté a mi hermana, porque me preocupé considerablemente ante algo que me sonaba a terrible, inconmensurable. Con precaución, con esa actitud cuidadosa que tienen los mayores responsables ante los niños que preguntan cosas demasiado duras para comprender, me explicó el significado de la palabra suicidio. Y Victor Manuel seguía cantando.
Sangre en el papel. Esa canción se ha quedado asociada para siempre a ese momento. Durante años, cada vez que la oía por la radio me ponía daba un vuelco el corazón. Y veía la imagen del hombre ensangrentado sobre la mesa del despacho. "Pobre diablo", me decía, porque intuía el significado de dicha expresión. Y me quedaba escuchándola como hipnotizada, como si tuviese la canción un oscuro significado que a mí se me escapaba.
Hace años que no la escucho (muchos, muchos) y, sin embargo, la recuerdo estrofa por estrofa, al igual que la imagen que en aquellos instantes se fraguó en mi mente. Y para mí, ese hombre que nunca ví y del que lo desconozco todo, incluso la causa de su suicidio y las consecuencias posteriores, ha sido siempre el "pobre diablo". Un título que posiblemente no le corresponda, sí, pero así de arbitraria es la mente cuando decide hacer asociaciones.
Sonaba la radio, como casi siempre. Mi hermana mayor, sentada en otra silla, hablaba con alguien que no identifico ahora.
Aunque soy un pobre diablo
casi siempre digo la verdad
Yo escuchaba la radio a la vez que mi curiosidad me inmiscuía en la conversación de mi hermana. Victor Manuel cantaba con esa voz ahogada, a punto de darle un ataque de asma, mientras por otro lado me llegaba la noticia de que la mejor amiga de mi hermana había perdido a su padre.
Dejo sangre en el papel
y todo lo que escribo al día siguiente rompería
si no fuera porque creo en ti.
La amiga de mi hermana, de unos diecisiete años, había entrado en su despacho y había encontrado a su padre muerto. Se había pegado un tiro en la cabeza y la sangre inundaba la mesa.
Sangre en el papel. Decía Victor Manuel. Sangre en los papeles de la mesa. Aún me parece ver la imagen de aquel hombre al que nunca conocí. Me alarmé y le pregunté a mi hermana, porque me preocupé considerablemente ante algo que me sonaba a terrible, inconmensurable. Con precaución, con esa actitud cuidadosa que tienen los mayores responsables ante los niños que preguntan cosas demasiado duras para comprender, me explicó el significado de la palabra suicidio. Y Victor Manuel seguía cantando.
Sangre en el papel. Esa canción se ha quedado asociada para siempre a ese momento. Durante años, cada vez que la oía por la radio me ponía daba un vuelco el corazón. Y veía la imagen del hombre ensangrentado sobre la mesa del despacho. "Pobre diablo", me decía, porque intuía el significado de dicha expresión. Y me quedaba escuchándola como hipnotizada, como si tuviese la canción un oscuro significado que a mí se me escapaba.
Hace años que no la escucho (muchos, muchos) y, sin embargo, la recuerdo estrofa por estrofa, al igual que la imagen que en aquellos instantes se fraguó en mi mente. Y para mí, ese hombre que nunca ví y del que lo desconozco todo, incluso la causa de su suicidio y las consecuencias posteriores, ha sido siempre el "pobre diablo". Un título que posiblemente no le corresponda, sí, pero así de arbitraria es la mente cuando decide hacer asociaciones.
16 comentarios
Noamanda -
Muack
Gru -
Mishkin, hombre, deja el pelo de tu hermana tranquilo. A veces me asustas...
Mishkin -
"Lía con tu pelo una madeja de terciopelo" tarareo cuando me topo con mi, a ver, octava hermana, y no dejo de acariciárselo porque lo tiene bonito, largo, y sensual. ¡Pobres diablos! los nenes que han de sufrir por ella, jeje.
De Ana Belén, por course.
Ricardo -
Salud.
Gru -
Suerte con los exámenes. :-)
Mishkin -
Gracias.
Gru -
parapov -
sí, al margen del principe, mishkin es el nick de alguien que conozco, aunque me resultaría increiblemente raro que estuviera aquí.
pd: esto se está rusificando demasiado. me tendré que poner parapov? :P
Gru -
Es su Alteza el Príncipe Mishkin, sí. El mismo.
parapo -
mishkin, eres el mishkin que yo conozco?
Gru -
Aber -
Aber -
Gru -
Sí, Kiri, me imagino que aquella chica habrá quedado marcada por esa experiencia.
Sí, vivos y que sea por muchos años. :-)
Kiri -
Bueno, son cosas que pasan. Nosotros estamos vivos, y por muchos años.
-:)
(es una sonrisa cubista, sip)
Mishkin -
¿Cuándo conseguiste subirte a ese sillón? Tuvo que ser una hazaña de "siéntate y escucha:"