Más mitos
Y más mitos. Esa tendencia a mitificarlo todo, a huir de una realidad un tanto prosaica me llama poderosamente la atención. Leo por ahí como mitifican la infancia y dicen que es un periodo especial en los que los niños tienen capacidades que los adultos perdemos. Como si los niños, así, en genérico, fueran superdotados.
Y me temo que no, que hay niños encantadores, sensibles e inteligentes, pero que hay otros insensibles e insoportables. Lo que ocurre es que un adulto que se considera a sí mismo sensible e inteligente, cuando echa una ojeada a su infancia y la añora, se ve representado en los niños sensibles e inteligentes y no en los otros. Si vuelvo a mi infancia y veo con los ojos de una niña me encuentro con cantidad de críos cuyo comportamiento era cruel, repugnante e hipócrita, aparte de carecer de encantos y talentos varios.
Recuerdo a G. y D., hermanos. Eran verdaderamente repugnantes y crueles ya a la edad de cuatro años. No sé si tenía que ver el hecho de que su madre se llamase Aniceta, que puede traumatizar a más de uno, pero el caso es que eran un terror, ya con voz ronca, que disfrutaban maltratando a los bichos. Me desaparecieron dos patos y estoy segura de que fueron ellos los que les retorcieron el pescuezo porque venían todos los días a verlos y los tenía que echar de allí. A ciertos bichos los maltratábamos todos, quizás por la lejanía entre especies, pero a los mamíferos o las aves que tenían nombre propio y eran mascotas los respetábamos bastante. Por ejemplo, echábamos agua en los hormigueros para ver cómo salían las hormigas, pero recogíamos a las golondrinas y los gorriones caídos del nido. Claro que, en esto también había una gradación de sensibilidad. No todos sentían el mismo grado de empatía por los mismos bichos. G. y D. eran los casos más extremos, pero había muy diversas formas de comportarse en las que la capacidad de fingir ya era toda ventaja a la hora de sobrevivir.
Igualmente, se mitifica a los ancianos como ejemplo de sabiduría. Y sí, los hay sabios, pero me temo que los que han sido zopencos toda su vida llegan a viejos igual de zopencos. También se ven frágiles aquellos que han sido unos hijos de puta y a las personas sensibles les dan pena. Me temo que, cuando uno se considera inteligente y sensible, cree que de mayor será sabio y frágil, y no zopenco ni hijo de puta sin fuerzas.
Que sean viejos y niños zopencos e hijos de puta no implica que sus madres deban apercibirse de ello, no, en eso la naturaleza es sabia y ciega por medio del instinto. Es deseable que la madre no se dé cuenta de nada y quiera a sus hijos sean como sean. No quiero ni pensar qué ocurriría si no fuese así.
Pero es mejor pensar que la niñez es magia y la vejez es sabia. Fustiguémonos como adultos estúpidos incapaces de ser como los niños y los viejos. Al fin y cabo, el látigo deja marcas muy molonas de sufrimiento y luego se pueden enseñar por ahí, como los tatuajes. Para presumir hay que sufrir: ya lo dice la sabiduría popular.
Y me temo que no, que hay niños encantadores, sensibles e inteligentes, pero que hay otros insensibles e insoportables. Lo que ocurre es que un adulto que se considera a sí mismo sensible e inteligente, cuando echa una ojeada a su infancia y la añora, se ve representado en los niños sensibles e inteligentes y no en los otros. Si vuelvo a mi infancia y veo con los ojos de una niña me encuentro con cantidad de críos cuyo comportamiento era cruel, repugnante e hipócrita, aparte de carecer de encantos y talentos varios.
Recuerdo a G. y D., hermanos. Eran verdaderamente repugnantes y crueles ya a la edad de cuatro años. No sé si tenía que ver el hecho de que su madre se llamase Aniceta, que puede traumatizar a más de uno, pero el caso es que eran un terror, ya con voz ronca, que disfrutaban maltratando a los bichos. Me desaparecieron dos patos y estoy segura de que fueron ellos los que les retorcieron el pescuezo porque venían todos los días a verlos y los tenía que echar de allí. A ciertos bichos los maltratábamos todos, quizás por la lejanía entre especies, pero a los mamíferos o las aves que tenían nombre propio y eran mascotas los respetábamos bastante. Por ejemplo, echábamos agua en los hormigueros para ver cómo salían las hormigas, pero recogíamos a las golondrinas y los gorriones caídos del nido. Claro que, en esto también había una gradación de sensibilidad. No todos sentían el mismo grado de empatía por los mismos bichos. G. y D. eran los casos más extremos, pero había muy diversas formas de comportarse en las que la capacidad de fingir ya era toda ventaja a la hora de sobrevivir.
Igualmente, se mitifica a los ancianos como ejemplo de sabiduría. Y sí, los hay sabios, pero me temo que los que han sido zopencos toda su vida llegan a viejos igual de zopencos. También se ven frágiles aquellos que han sido unos hijos de puta y a las personas sensibles les dan pena. Me temo que, cuando uno se considera inteligente y sensible, cree que de mayor será sabio y frágil, y no zopenco ni hijo de puta sin fuerzas.
Que sean viejos y niños zopencos e hijos de puta no implica que sus madres deban apercibirse de ello, no, en eso la naturaleza es sabia y ciega por medio del instinto. Es deseable que la madre no se dé cuenta de nada y quiera a sus hijos sean como sean. No quiero ni pensar qué ocurriría si no fuese así.
Pero es mejor pensar que la niñez es magia y la vejez es sabia. Fustiguémonos como adultos estúpidos incapaces de ser como los niños y los viejos. Al fin y cabo, el látigo deja marcas muy molonas de sufrimiento y luego se pueden enseñar por ahí, como los tatuajes. Para presumir hay que sufrir: ya lo dice la sabiduría popular.
18 comentarios
Gru -
Alsen Bert -
Desde entonces me digo todos los días: cría a tu hijo como te venga en gana porque en ese venir en gana le transmitirás parte de tu propia educación, parte de la educación de la madre y cómo no, ¡vivan las tesis ambientalistas! -no siempre, ¿eh? que nos cargamos la libertad, la santa libertad individual.
No compro revistas de bebés y sólo hago caso a lo que me dice el pediatra y mi madre que para eso dio a luz a siete varones y tres mujeres lindas.
Uf, qué intimidad, leches.
Gru -
A lo que yo me refería en concreto es a la mitificación que se hace de un estado transitorio con el deseo de fustigarse. Es ese deseo de fustigarse y ver una serie de virtudes en un estado transitorio dónde, de seguro de niños no las veían, lo que me llama la atención. Es como si alguien, por llegar a adulto, perdiese sus capacidades sobrenaturales... Y me temo que esas capacidades nunca las tuvo.
Hay personas que de niños son muy imaginativas o con algún talento especial y de adultos siguen siéndolo aunque ciertas perspectivas cambien. Hay otros, sin embargo, que por mucho que escarbes nunca tuvieron nada de eso, y ya de niños eran bastante romos (imaginación, sí, pero más limitadita). Gustaban como niños porque se los veía frágiles y con inocencia, pero en cuando crecen y dejan de ser frágiles pues como que ya pierden la gracia.
Y es eso, el fustigar a la edad adulta una costumbre muy extendida. A mí también me gusta jugar a ser niña de vez en cuando porque es tierno y agradable, pero intento disfrutar de mi condición de adulta y de las oportunidades que me da. Ahora les toca ser niños a otros y a los adultos dejarlos ser niños.
Gru -
Un beso
Miranda -
Que coincidencia! (si es así).
Y leo que quieres (directamente al tute) la britanica.
No se si sabes que está hace tiempo en CD...y no ocupa lugar.
Otro beso.
M.
Miranda -
Eso de andar ocupada suena genial. Y más en otoño que no se suda y eso...:O)
Gracias por el saludo, nos veremos por aquí.
Beso.
M.
Gru -
Gru -
Gracias, mamots.
mamots -
Miranda -
Genial Grullina! Genial.
Es un hallazgo este blog, y eres una estupenda descriptora.
Comparto absolutamente todo lo que dices de los ninios y de los mayores...
Enhorabuena. Tanto de fondo como de forma tienes un bello lugar.
M.
Gru -
Besos
Bambolia -
Mi infancia fue, simplemente. Ni buena ni mala. Fue. Y no me recuerdo en casi nada. Tengo mucha memoria, pero en particular, de cómo yo sentía o pensaba entonces, pos como que no. Y me alegro, porque si ya tengo problemas para aclararme ahora, sólo me faltaría el pensar que donde dije Digo digo Diego... Que no, que no. Que el concepto de felicidad es algo que se aprende a medida que se madura. Cuando éramos niños nos limitábamos a vivir, sin detenernos en pensar ¿estaré siendo feliz? ¿soy feliz? ¿tengo problemas? ¿no tengo problemas? Mira que como resulte que esto es un mal augurio porque dicen quue no hay dos sin tres y bla bla bla
Yo no recuerdo gratamente cuando estaba haciendo prácticas para conducir, porque pasaba una muy mala racha anímica: desconocía, como dice Kiri, dónde radicaban todos los peligros -por mucho que en teoría los hubiese aprendido-. Ahora disfruto conduciendo, aunque en ocasiones es un verdadero peñazo y en otras me altero como una loca histérica... Pues eso, que si vale el símil...
Gru -
Kiri -
Luego está lo de los estereotipos, que es como querer rizar el rizo de todo eso e idealizar lo que las normas imperantes proclaman como idealizable.
Kiri -
Lo que pasa es que sí que hay capacidades que los niños tienen y los adultos las hemos perdido del todo o en parte, sobre todo para adquirir otras.
La cosa de la imaginación por ejemplo. Diferenciar la realidad de la fantasía no es algo innato , sino una capacidad que se desarrolla con el tiempo. De niños tenemos, por lo general, mucha más imaginación que de adultos por este motivo. Y también, por lo mismo, tenemos menos conciencia de las realidades peligrosas.
Igual pasa con la expresión de las emociones. Y con la manera de vivir el mundo exterior desde dentro de uno: los niños son egocéntricos, seguramente porque tienen que serlo. La empatía se suele aprender en los primeros años.
La cuestión es que hay niños (dejando a un lado los trastornos mentales, que los hay) que viven esa evolución de las emociones, por el motivo que sea, de una manera muy lenta o demasiado rápida. O defectuosa.
Asi que, sí, los hay bastante hijoputas. Pero yo no creo que sean responsables.
La bondad es algo que se aprende.
Aunque yo no tengo tampoco todas conmigo sobre lo de que la protección a los débiles, por ejemplo, no sea algo genético en los primates. Una vez ví un reportaje de chimpancés que...ufff...
Lo de los ancianos, lo de disculparles con más facilidad las cosas, supongo que se refiere a los que no están en posesión de todas sus facultades mentales ya.
Aber -
Quizás en la infancia se vea todo ese potencial que albergamos entonces. En realidad un niño es más superdotado que un adulto -por lo general- porque tiene más capacidad de "absorción", porque su cerebro es más "flexible", se acomoda mejor a la experiencia. Pero no por ello dejan de existir niños absolutamente aborrecibles.
Pasa lo mismo que con la ancianidad. Se supone que la acumulación de experiencias sirve para algo, para mejorarte y hacerte más sabio, por ejemplo. Pero puede suceder como con los libros, que los leas y que te quedes igual que antes de comprarlos. Al igual que los niños, hay viejitos encantadores, pero también despreciables. En fin.
Soil Takada -
Saludos.
Soil Takada -