Hipocritómetro
Teléfonos móviles de última generación, reproductores de mp3, cámaras de vídeo digitales, vibradores con mando a distancia, muñecas hinchables biodegradables con comunicación vía satélite... Sí, todo eso que nos ofrece la tecnología está muy bien, pero se echa de menos un instrumento práctico, de mucha ayuda en nuestra vida cotidiana, que ni siquiera a Punset, adelantado donde los haya y preocupado por el desarrollo y el futuro de la humanidad se le ha ocurrido la necesidad de crear para el desarrollo en armonía de las relaciones humanas: el hipocritómetro.
Es harto complicado ir a algún sitio sin conocer la hipocresía relativa del aire y no encontrarte convenientemente vestido para la ocasión. Vamos, más o menos como el tiempo, que te vistes distinto según el frío que haga. Así pues, si vas a una reunión donde la hipocresía relativa del aire es del 90% con vientos racheados de mentirijillas de fuerza cuatro y chubascos abundantes de sonrisas forzadas, lo normal es ponerse un buen impermeable y aclimatarse. Pero claro ¿quién nos avisa? Porque el problema de la hipocresía no es que exista, así como no es un problema que exista la nieve ni la lluvia, sino que nos pille desprevenidos.
E igual con la sinceridad, igual de peligroso es encontrarte con una elevada sinceridad de, digamos, el 85% por ciento con 45ºC a la sombra de verdades a pelo que te dan en la cara como una tormenta de arena en el desierto. Vamos, que no hay manera de ponerse a salvo a no ser que vayas vestido adecuadamente para la ocasión y bebas mucha agua, que las verdades deshidratan.
Es fundamental estar preparado para estas contigencias, y me resulta un tanto triste que la sociedad moderna no haya pensado todavía en hacer uso de la tecnología para crear un aparato que sería la clave del éxito en las relaciones humanas. Porque así todo el mundo iría vestido para la ocasión y claro, habría muchos menos malos rollos relacionados con el encontrarse de sopetón con un clima hipócrita si no se va preparado o con un clima sincero cuando se piensa uno que, afortunadamante, no le van a decir ninguna verdad. De hecho, los hospitales se descongestionarían dada la prevención de riesgos de yu-yus que supondría un aparato así. Además, molaría eso de poner el aparatito a funcionar y descubrir que (el clima tiene estas cosas, creo que es culpa de lo de la capa de Ozono) con los solidarios hipermegasinceros que se quejan de lo hipócrita que es el mundo y lo sinceros que son ellos el hipocritómetro se pone en números rojos y suena la alarma.
Querido Punset, a ver si lees este mensaje (claro que lo leerás, dado que este blog, como todos los del ciberespacio, es visitado diariamente por unos tres mil millones de internautas ávidos de saber qué he desayunado hoy* y si a mi amiga Cuqui- no recuerdo a ninguna que se llame así, pero es lo mismo, seguro que la tuve en otra reencarnación- le han tocado unas bragas a rayas fucsias y rosas que sorteaban en la ferrería de la calle Suspiros por la compra de tres metros de cable y unas tenazas) y te animas a sugerir a prestigiosos investigadores de la Universidad Fálica de Utah (UFU), que creen un hipocritómetro en condiciones a precios asequibles para el gran público. Todo sea por la tecnología, el desarrollo en armonía de las relaciones humanas y el futuro de la humanidad.
* Estimados lectores, ávidos de mi vida cotidiana, hoy he desayunado una taza de descafeinado con leche de soja y dos terrones de azúcar moreno de caña.
Es harto complicado ir a algún sitio sin conocer la hipocresía relativa del aire y no encontrarte convenientemente vestido para la ocasión. Vamos, más o menos como el tiempo, que te vistes distinto según el frío que haga. Así pues, si vas a una reunión donde la hipocresía relativa del aire es del 90% con vientos racheados de mentirijillas de fuerza cuatro y chubascos abundantes de sonrisas forzadas, lo normal es ponerse un buen impermeable y aclimatarse. Pero claro ¿quién nos avisa? Porque el problema de la hipocresía no es que exista, así como no es un problema que exista la nieve ni la lluvia, sino que nos pille desprevenidos.
E igual con la sinceridad, igual de peligroso es encontrarte con una elevada sinceridad de, digamos, el 85% por ciento con 45ºC a la sombra de verdades a pelo que te dan en la cara como una tormenta de arena en el desierto. Vamos, que no hay manera de ponerse a salvo a no ser que vayas vestido adecuadamente para la ocasión y bebas mucha agua, que las verdades deshidratan.
Es fundamental estar preparado para estas contigencias, y me resulta un tanto triste que la sociedad moderna no haya pensado todavía en hacer uso de la tecnología para crear un aparato que sería la clave del éxito en las relaciones humanas. Porque así todo el mundo iría vestido para la ocasión y claro, habría muchos menos malos rollos relacionados con el encontrarse de sopetón con un clima hipócrita si no se va preparado o con un clima sincero cuando se piensa uno que, afortunadamante, no le van a decir ninguna verdad. De hecho, los hospitales se descongestionarían dada la prevención de riesgos de yu-yus que supondría un aparato así. Además, molaría eso de poner el aparatito a funcionar y descubrir que (el clima tiene estas cosas, creo que es culpa de lo de la capa de Ozono) con los solidarios hipermegasinceros que se quejan de lo hipócrita que es el mundo y lo sinceros que son ellos el hipocritómetro se pone en números rojos y suena la alarma.
Querido Punset, a ver si lees este mensaje (claro que lo leerás, dado que este blog, como todos los del ciberespacio, es visitado diariamente por unos tres mil millones de internautas ávidos de saber qué he desayunado hoy* y si a mi amiga Cuqui- no recuerdo a ninguna que se llame así, pero es lo mismo, seguro que la tuve en otra reencarnación- le han tocado unas bragas a rayas fucsias y rosas que sorteaban en la ferrería de la calle Suspiros por la compra de tres metros de cable y unas tenazas) y te animas a sugerir a prestigiosos investigadores de la Universidad Fálica de Utah (UFU), que creen un hipocritómetro en condiciones a precios asequibles para el gran público. Todo sea por la tecnología, el desarrollo en armonía de las relaciones humanas y el futuro de la humanidad.
* Estimados lectores, ávidos de mi vida cotidiana, hoy he desayunado una taza de descafeinado con leche de soja y dos terrones de azúcar moreno de caña.
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