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Buen gusto

Buen gusto Andrée Putman, destacada profesional francesa del diseño de interiores dijo el otro día en un reportaje que "El buen gusto limita mucho en las posibilidades de elegir y que una persona obsesionada por el buen gusto lo que hace es limitarse". Añadió que "Por desgracia, mucha gente cree que posee ese buen gusto". Y me pareció interesante su reflexión.

Es curioso que quien diga eso precisamente sea una diseñadora de interiores, que en teoría debe tener buen gusto (lo que sea eso) para satisfacer a su clientela y vivir casi en una perpetua adoración del buen gusto, pero es posible que se deba a la saturación profesional o que fuera una forma sibilina de meterse con sus clientes, ricos y un tanto deseosos de imponer su criterio sobre lo que es ese deseado buen gusto.

Evidentemente, existen ciertos patrones estéticos entre los que nos movemos y rechazamos o aceptamos las cosas. Algunos deben ser viscerales, pero otros son claramente sociales, influenciados por el medio y la moda. Por ejemplo, yo siempre odié los muebles estilo años setenta, porque cuando era niña ya estaban recién pasados de moda, que es la peor época antes de su resurrección como tendencia innovadora. Es posible que influyera el hecho de que esos muebles eran tristes y se habían desgastado muy pronto, por lo que tenían cierto aspecto lamentable. Sin embargo, el otro día me sorprendí, después de haber visitado una tienda de decoración, deseando comprarme una mesa con sillas que imitaba esa época, muy moderna y tal. Y me quedé perpleja, porque es un estilo que siempre había detestado.

Y me pregunto de dónde proviene ese impulso: si durante años me he estado limitando o si ver tantos catálogos de decoración ha acabado por influírme. Y es que yo siempre quise tener buen gusto, eso tan abstracto y tan poco claro, y sin embargo, ahora me pregunto si me compensará intentar tenerlo. Porque he visto tanta gente con "mal gusto" (sí de ese que chirría) llevar cualquier cosa con el convencimiento de que es una preciosidad, y lo mejor: los he visto tan contentos. Sin embargo el buen gusto es un temor perpetuo a que nada desentone, a que no haya nada hortera que nos pueda hacer caer en desgracia. Una esclavitud, vamos. Y a estas alturas de la vida me vale más una sonrisa hortera que un minimalista gesto discreto de buen gusto.

Fotograma de "The pillow book", película de Peter Greenaway con decoración de Andrée Putman.

20 comentarios

Gru -

Sí, Despa. Al tener necesidad de mucho espacio libre prefiero los volúmenes sencillos. Líneas rectas y curvas, ambas. Aunque las líneas simples me aburren también. Tienen que tener "algo", ese algo.

Desparramada sin el 4x4 -

Seguramente será por eso, Gru, por lo de que como hay mucha fabricación de muebles y complementos caseros, se ve más...

Con lo de la tendencia setentera te pasará como a mí, que de tanto ver volúmenes simples, de líneas sencillas, se acaba cogiéndole el gusto. Para mí es lo importante de ese estilo, lo poco trabajado que está. Aunque algunas cosas son tan básicas que se parecen a una caja de zapatos...

Gru -

Sí, es cierto que no es muy acogedora la tendencia setentera. Yo no sé qué me ocurre, la verdad, porque me gustan estilos muy dispares, imposibles de casar. Lo único que tengo claro es mi necesidad de espacio libre.

Curiosamente, a mí me da la impresión de que en la zona de Valencia hay más profusión de dorados en la decoración de ineriores. No sé si es porque muchas industrias de muebles son valencianas y muestran cada horror...

La alergia a los dorados y a los enjoyamientos también me afecta a mí.

Bambolia -

La lista es mucho más extensa, pero como decía arriba, ya he dejado de luchar contra esas limitaciones porque, por otra parte, he sido capaz de dejar de maquillarme -hace ya casi cuatro años- y eso no me ha costado mucho esfuerzo y soy capaz de bajar la basura en zapatillas de ir por casa y muchas cosas más de las que me sorprendo gratamente.

Con esto rollo quiero decir que el buen gusto depende mucho de lo que se ha vivido y cómo se ha vivido, y de la persistencia en ciertos hábitos. A mí una mujer con cuarenta mil alhajas de oro me parece de lo más grotesco, y las hay a patadas, con lo que puede que ande desencaminada. No sé, es tan complejo...

En la casa soy una mezcla algo extraña: me encantan los visillos, las cortinas, los cuadros y las fotos por todas partes, pero no soporto las cosas recargadas tipo oros, escayolas, columnas y esas cosas que hacen gala de una ostentación churrigueresca. Me encantan las luces indirectas y sin embargo, ahora, está de moda esa mezcla años setenta de la que hablas, Gru, que desde luego, de calurosa y acogedora tiene bien poco...

Desparramada a lomos del 4x4 -

Ufff... tengo el mismo problema que tú, Gru. Claro está, todavía no sé si es realmente un problema.

No sé si debido a ser hija de sastre y esas cosillas que parece que no influyen pero que sí, soy una maniática de las combinaciones y de lo que hasta hace poquito tiempo yo mismamente llamaba buen gusto -por eso estaba "peleada" con tanto diseñador snob de tres al cuarto... aunque todo cambia y yo también-: nunca mezclar rayas con estampados -ja, y ahora no hacen otra cosa-, el azul marino y el negro incombinables; nunca ir sólo de blanco a una boda; no llevar nunca reloj en las fiestas/celebraciones; si se viste con tonos distintos que no sean más de dos, por ejemplo, si llevo vaqueros, el resto de la ropa ha de ser en la misma gama que la de la camiseta/camisa... Y por supuestísimo -qué asquito me doy y lo digo completamente en serio por lo que supone de limitación, pero es algo tan arraigado que ya he dejado de luchar contra ello y sobre todo contra el sentimiento de culpabilidad por la apariencia de niña piji-, los pendientes y anillos a juego, amén de los coletereos, el bolso y los zapatos. No mezclar nunca el oro y la plata y no llevar más de un par de pendientes, o un solo anillo y colgante y poco más.

Gru -

Sí, las memorias de Lenin y otros panfletos. En fin, es lo que tiene heredar libros de trotskistas. Menos mal que no heredé una reproducción de la momia del señor Ulianov. :P

También tengo otros libros raritos: Por ejemplo la "Historia Universal en lecturas amenas", editada por Seix y Barral en 1931, o la vida de Ali Bey, el Abbassi (Narrada a la juventud) 1955 con su censor incluído, Mons. Dr. Cipriano Monserrat, Canónigo. En fin, que decoran y eso, porque empiezas a leerlos y no puedes aguantarlos. Herencias y eso...

Aber -

Pues una hoz y un martillo amarillos sobre un fondo rojo queda de lo más "in". Definitivamente, habría que recuperar ciertas modas.

Aber -

El buen gusto como que no me llama la atención. Prefiero darme un buen gustazo o algo así.

Kiri -

Las memorias de Lenin, bendito sea Dios...
:-))

Gru -

Pues yo antes compraba "El mueble", Alsen, pero ya me harté porque siempre es lo mismo. Tengo bastantes revistas y andan por ahí.

Vienee bien porque aprendes sobre tipos de parquet y cosas de esas, pero tanto mueble colonial satura. Además, necesito espacio y no mesas enormes para darme de hostias con los picos. En fin.

Gru -

Yo también tengo muchos libros, pero ya hace tiempo decidí que los que no eran de uso (me refiero a aquellos libros prescindibles) iban al sótano. Y ahí están, embaladitos. No los echo de menos. Cuando me fui de Madrid di un montón de libros a los amigos, entre otros, las memorias de Lenin. Lástima, porque eran dos tomos rojos muy molones que quedan bien en cualquier salón, pero bueno, tanto libro me incordiaba un poco.

Hay libros, sin embargo a los que quiero mucho, y no me podría desprender de ellos: Mis diccionarios (los cuido mucho) y la colección de los Signos del Hombre, de Franco María Ricci.

De la música tampoco sería capaz de desprenderme. Tengo un montón de vinilos, aunque apenas los escucho ya porque he ido adquiriendo las mismas versiones (las que me gustaban) en CD. Pero aún me queda por adquirir en CD para sustituir todos los vinilos, y hay algunos que son insustituíbles.

Alsen Bert -

Ah, y con respecto a las revistas de decoración que las compro un fin de semana sí y otro no...

Siempre nos queda por decorar algo en el piso y de vez en cuando le digo a mi mujer: "nena, estas revistas tienen truco, son como las películas de Disney..."

A pesar de todo y poco a poco, uno va fabricando sus rincones, eso sí, todos con encanto porque siempre he concebido el hogar como el lugar de descanso de una persona por excelencia.

Alsen Bert -

Plas, plas por la fotografía. Insólita.

PD: No todos los blogs me gustan, sólo unos pocos, escasos, contados.

Kiri -

No llevo guruguescos de esos. Una vez llevé un collarín, hace mucho, pero no molaba nada.
En realidad tampoco llevo la cubitera esa que llevaba Felipe en la cabeza. Mi parecido con Su Majestad Católica se limita a los zapatitos, las mallas y eso.

Yo también detesto la acumulación de objetos. Los adornos que yo tengo son imitaciones de antigüedades mu antiguas: lucernas romanas, vasijas que imitan a las íberas y esas cosas. Tampoco tengo muchas, porque los adornitos son un rollo a la hora de limpiar el polvo. En la pared tengo mis cuadros.
Mi problemón son los libros porque mi casa es muy pequeña y tengo montañas de libros, asi que de vez en cuando tengo que hacer un viajecillo a casa de mi padre para dejarlos allí.

Recuerdo perfectamente tu foto. Estabas muy guapa.

Gru -

¿Llevas gregüescos, muñeca? :P

Yo no llevo nunca pendientes ni joyas sólo me puse un collar de herencia, marfil y granates, una vez este año, porque iba con el jersey y mne dió por ahí. En una foto que puse estaba con ese collar. De hecho no tengo agujero en las orejas, lo cual ha suscitado en más de una ocasión el afán agujereador de otras personas (una especie de sadismo)y he tenido que ponerme firme para no convertirme en un pincho moruno.

Y soy más o menos discreta, sin preferencias especiales por colores. Hubo un época que usaba mucho el negro, pero ahora me van más los colores claros. Depende, cambio mucho según las circunstancias.

Para la decoración soy muy sobria, sin cuadros en las paredes ni cosas que me quiten espacio. Detesto que me regalen cosas de decoración porque siempre tengo que acabar con ellas en el sótano, acumulándolas. Las cosas me agobian porque necesito mucho espacio libre, y además así me es más facil ordenarlas.

Hoy voy a bajar unas cuantas cositas al sótano, que ya me están incordiando.

Kiri -

Estoy releyendo y mi look, así como lo pone, me ha recordado a Felipe II, jajajaja.

Kiri -

Sí, yo creo que la moda nos influye, pero es que la moda es algo muy cambiante, asi que creo que nos influye de una forma bastante superficial.
Siempre te influirá una moda más que otra, sólo algunas quedarán en tu memoria de una manera perdurable, y esa es la elección que tu mente hace, quizá no conscientemente.
A mí me gustan muy pocas cosas. Y además son raras, seguro que muchas consideradas de mal gusto.
Por ejemplo, me encantan los calcetines de colores muy vivos y diseños atrevidos. Y, sin embargo, la otra ropa la llevo casi siempre de un solo color.
Casi nunca llevo pendientes. Nunca llevo reloj. Pero no me siento vestida, para salir y tal, si no llevo un colgante: un colgante con una sola pieza, casi siempre redonda y muy brillante.
Y el estilo que me gusta para las casas en muy austero. No creo que se llame de ninguna forma ni pertenezca a ningún estilo determinado. Es muy cómodo y utilitario.
Supongo que todos esos gustos míos son un batiburrillo a medias aprendido y a medias deseado.

Gru -

Ya, Kiri, pero creo que la moda influye más de lo que parece, por lo menos en mi caso. Y creo que, además, apenas me doy cuenta de que me influye. Sólo a veces despierto.

Curiosamente, no me preocupo mucho por la moda y sin embargo acaba entrando en mi vida. ¿O es instinto? No sé, estoy liada en este tema.

Kiri -

He escrito como que parece, pero quería decir como parece.
Disteclia.

Kiri -

En mi opinión, el buen gusto no es una cosa tan fácil como que parece. Es necesario haber visto mucha belleza para desarrollarlo. Mucha y muy dispar.
Así, y con una mente realmente abierta, uno encuentra lo que le gusta de verdad, lo que toca de verdad su sentido estético.
Eso es el buen gusto.
No es aprendido ni instintivo. Es la elección personal donde confluyen lo aprendido y lo instintivo.
Y no es lo que les guste a los demás ni tampoco lo contrario.