Rutinas
Fue en un área de descanso en la autopista que lleva de Lorient a Rennes, Bretaña. Paramos a comer algo, un sandwich y fruta.
A nuestro lado había aparcado un coche con una caravana. Volvían de vacaciones en la playa. Últimos días de agosto del 2002. Era un matrimonio mayor, muy entrado en años. Eran delgados y silenciosos y nos miraban con curiosidad porque, aparte de no parecer de la zona, teníamos una matrícula que era un enigma, difícil de identificar incluso para ciertos policías no muy enterados que a veces nos seguían de cerca.
Nos sentamos en una de esas mesas de madera estilo merendero y comenzamos a comer, deprisa, riendo. Ellos nos observaban en silencio.
Sentados en un merendero al lado del nuestro empezaron a sacar tarteras y cubiertos. Un hule, servilletas, platos, y se pusieron a comer pausadamente sin quitarnos la vista de encima.
Tanta vigilancia me resultaba agobiante, así que les sonreí. Me sonrieron. Sonreímos todos en silencio. Y siguieron mirando. Entonces yo los miré a ellos, más que nada por estar en igualdad de condiciones, y observé su hule de los años sesenta, sus platos psicodélicos de plástico gastado y desteñido, esos vasos de picnic de plastico naranja que estuvieron tan de moda, sus ropas ajadas -con una edad de treinta años, quizás- y con el color gastado de tanto lavado metódico y cuidadoso, la comida cuidadosamente ordenada en recipientes de plástico lavados una y mil veces.
Ellos eran metódicos y comían con gestos muy contenidos, rígidos, con sonrisas silenciosas y sin hablar, sin que un gesto de más se les escapara. Observé su caravana: antigua, muy antigua, como aquellas que empleaban los primeros extranjeros que se iban de camping. Su orden, su rutina. Pareciera que el tiempo les concediera el Sísifo de una vida de tupperware. Una vida de tupperware,- pensé- y me dió un escalofrío.
Toda una vida ordenando la comida en aquellos recipientes de plástico. Siempre las mismas rutinas de silencio. Y así cuarenta años. Más escalofrío.
Nosotros viajamos con un orden meticuloso, entre pocas maletas cerradas, coche limpio, brillante y sin una sola bolsa o paquete de kleenex fuera de su sitio.
Pero aún quedan risas.
A nuestro lado había aparcado un coche con una caravana. Volvían de vacaciones en la playa. Últimos días de agosto del 2002. Era un matrimonio mayor, muy entrado en años. Eran delgados y silenciosos y nos miraban con curiosidad porque, aparte de no parecer de la zona, teníamos una matrícula que era un enigma, difícil de identificar incluso para ciertos policías no muy enterados que a veces nos seguían de cerca.
Nos sentamos en una de esas mesas de madera estilo merendero y comenzamos a comer, deprisa, riendo. Ellos nos observaban en silencio.
Sentados en un merendero al lado del nuestro empezaron a sacar tarteras y cubiertos. Un hule, servilletas, platos, y se pusieron a comer pausadamente sin quitarnos la vista de encima.
Tanta vigilancia me resultaba agobiante, así que les sonreí. Me sonrieron. Sonreímos todos en silencio. Y siguieron mirando. Entonces yo los miré a ellos, más que nada por estar en igualdad de condiciones, y observé su hule de los años sesenta, sus platos psicodélicos de plástico gastado y desteñido, esos vasos de picnic de plastico naranja que estuvieron tan de moda, sus ropas ajadas -con una edad de treinta años, quizás- y con el color gastado de tanto lavado metódico y cuidadoso, la comida cuidadosamente ordenada en recipientes de plástico lavados una y mil veces.
Ellos eran metódicos y comían con gestos muy contenidos, rígidos, con sonrisas silenciosas y sin hablar, sin que un gesto de más se les escapara. Observé su caravana: antigua, muy antigua, como aquellas que empleaban los primeros extranjeros que se iban de camping. Su orden, su rutina. Pareciera que el tiempo les concediera el Sísifo de una vida de tupperware. Una vida de tupperware,- pensé- y me dió un escalofrío.
Toda una vida ordenando la comida en aquellos recipientes de plástico. Siempre las mismas rutinas de silencio. Y así cuarenta años. Más escalofrío.
Nosotros viajamos con un orden meticuloso, entre pocas maletas cerradas, coche limpio, brillante y sin una sola bolsa o paquete de kleenex fuera de su sitio.
Pero aún quedan risas.
44 comentarios
Gru -
La situación no es idílica porque hay unos problemas considerables de ghetos tanto en en Holanda como en muchos otros países europeos, pero no llega a los extremos de los que habla ese artículo.
Por lo demás, estoy de acuerdo contigo en la mayoría de lo que dices. Sólo diría que, para el sentimiento de invasión no es necesario que ningún gobierno lo fomente porque está ahí, sobre todo cuando se llega a un número excesivo de extranjeros, aunque muchas veces la extrema derecha se aprovecha de ello (y diría también que la extrema izquierda).
Kiri -
Kiri -
Lo que me preocupa es la manera de "solucionarlo" que, al parecer, tiene Holanda.
La realidad pura y dura es que el ghetto de pobreza e incultura ya está hecho de antemano, y son los países pobres, los cuales las mayoría de las veces siguen siendo pobres a estas alturas por el interés de los países ricos en que lo sean.
El problema de la inmigración no es más que la punta del iceberg. Creo, además, que apenas está comenzando.
Las posibles soluciones, si las hay, son muy complejas y requerirían una inteligencia de la que los gobiernos de los países ricos no hacen uso porque no les conviene.
Les convienen más las medidas electoralistas para ganar los votos de mucha gente que prefiere sentirse invadida y creerse, como venden los neonazis en todas partes, que de los males de su sociedad tienen la culpa los que vienen de fuera.
Lo difícil es arbitrar medidas para que se integren, claro. Eso es una labor a largo plazo y las elecciones próximas siempre están a la vuelta de la esquina.
Y de corregir los desmanes que se han llevado a cabo con los países pobres para obtener materias primas y mano de obra barata, de eso ni hablar, por supuesto. Cuando lo que está claro es que nadie emigra si tiene posibilidades se salir adelante en su propio país.
Asi que es complejo, sí.
Tanto como que lo que se hace mal, siempre termina por pasar factura.
Gru -
Un tema complejo y delicado como pocos el de los inmigrantes. Lo de la convivencia pacífica entre ricos y pobres de diferentes culturas no está tan claro.
Los nativos del país no les van a dar los mejores trabajos, sino los peores, y en muchas ocasiones los tratarán como ciudadanos de segunda, lo que generará rabia entre los inmigrantes, que a su vez, se aferran a su cultura en plan cerril viviendo en auténticos ghetos sin integrarse y pidiendo las ayudas sociales. Hasta ahora es lo que ha pasado en muchos casos, aunque en otros ha habido integración, por eso no se puede generalizar.
Gru -
La columna de Merici es un poco exagerada. La situación no es buena y no tiene que ver con la imagen idílica muticulti de Holanda que nos han enseñado, pero no es para tanto. Hace ya tiempo que leo este blog, MQH, y a veces lo comento con mi hermana. Es ella quien me explica la situación. Luego sigue.
Kiri -
Kiri -
Kiri -
Los dos molan.
A Holanda nunca la hubiera imaginado tan tenebrosa, la verdad. Cuando pienso en Holanda, me vienen a las mientes:
1. muchos tulipanes
2. una peli de Hitchcock que se llama Treinta y Nueve Escalones.
3. tías tetonas con trenzas, gorritos de esos y medias de rallas.
3 bis. pavos patilargos, que llevan gorra, van en bicicleta y fuman en pipa.
Lo sé, son estereotipos, ráfagas mentales , confusiones entre realidad y fantasía. No doy pa más, claro.
A saber lo que les vendrá a ellos a las mientes cuando piensen en España.
Vamos, yo misma pienso "España" y me viene una tía en bata de cola.
Y una boina.
Miranda -
A lo que iba, eso de las broncas por cruzar al biés y tal, también pasa en england, que o vas por tu sitio o te la ganas, por ejemplo en el metro, por tu mano y caso de cambiar de dirección: derecho y sin dudar.
Que cosas!
Bueno, me voy ya. voy a ver si termino una novelurria policíaca que empecé ayer y no me acuerdo ni como tiene las tapas, oyes, la debí leer dormida porque está con su marca y todo, pero nada, cero recuerdo. (que miedo....)
Beso.
M.
Gru -
Brel, claro, ¿y a quién no? Bueno sí, conozco a una estúpida que la comparó con Raphael y he pasado de ella por siempre jamás.
Por cierto, a estas horas debería estar durmiendo, pero es que estaba viendo un reportaje sobre el Tibet (ver reportajes es una de mis aficciones tranquilas, sin embargo, la ficción no me va nada a no ser que sea extraordinariamente buena) y me ha puesto de muy mal cuerpo. Hay costumbres ue escapan a lo que yo buenamente puedo visualizar y eso que he puesto el teletexto para no ver las imágenes. Uhhh!!! A ver si se me pasa y me puedo ir a dormir, que estoy agotada de días con familia política.
bErNaR -
a una tal Bielka.
bErNaR -
Es una ironía tuya, ¿verdad? ¿estás de broma?
Cuesta creerlo, leches.
Ruego no bajen a Andalucía...
Miranda -
De hecho mantengo relación con las dos patronas que tuve.
Igual si se vive en un sitio muy pequeño...pero Haarlem es grade, con universidad y camino de Sandvort (ocomosescriba), así que siempre está lleno de gentes, de todos los países y siempre hay cosas para hacer o ir...por ejemplo ir en bici hasta la playa comiendo helados sin parar...(o parando para seguir comprándolos).
No sé, me cae bien casi todo el mundo, igual los que menos los austríacos y los parisinos..pero en general...que bien todo!.
M.
(Pd.-tienes toda la razón en lo de cotillas, yo creo que esas cortinas de la mitad para abajo llenas de caladitos son para eso...jejejejeje)
Gru -
Un ejemplo de vida rutinaria y organizada que llevan es dedicarse a recriminar a aquel que no cumple estrictamente las normas. Por ejemplo, a mi hermana le recriminaban que cruzaba los pasos de cebra un poco escorada, sin hacerlo totalmente recta.
También recuerdo, por la diferencia de costumbres el corte que algunas veces he pasado cuando, en cenas familiares es el invitado el que debe comenzar a servirse, no el anfitrión el que sirve a todos (y no te dicen nada los cabrones, se te quedan mirando como vacas en una colina, en silencio hasta que cuando aprieta el hambre a alguien se le ocurre advertirte). ¿Fue a causa del Calvinismo o ya eran así de antes y por eso triunfó tanto allí? Esa es mi duda. En fin, que es un país al que voy de vez en cuando (es monissímo), pero salgo de allí pitando en cuanto puedo y me vuelvo a Bélgica, que para ellos es el Salvaje Oeste (y lo es, qué alivio).
Me imagino la situación, es como si la viera, Miranda.
Miranda -
Era el segundo año que iba, el primer año me gané la beca ni sé cómo, porque llegué en tren a Amsterdam a las seis de la mañana, me metí en los servicios a lavarme por diócesis, me arreglé algo, llegué a Haarlem a las ocho y la prueba era a las diez. Si pasabas, todo pagado, si no...a casa, porque no tenía dinero para estar de oyente.
Pues bien, según la puntuación te invitaban al año siguiente, así que la segunda vez a tiro hecho fuí con el dosca. Llegué a Haarlem al caer la tarde y busqué un camping donde pasar la noche porque al día siguiente repartían las residencias.
Fué todo un colmo, el camping (Vogelsang -canto de los pájaros-) era una especie de ciudad de caravanas enormes, una venecia caravanil con canales, servicios, jardines...y cómo no, florecillas enanas, setitos y céspedes con enanos y demás lindezas. Por los canales navegaban, cómo no, preciosos paturrios vivos, ofcourse.
Me dieron un plano que no podía ni desplegar dentro de "la canoa" y busqué mi sitio.
Mi sitio era un terrenin de arena entre los minifundios aquellos. Allí llegué y puse mi canadiense canene.
No olvidaré en mi vida la sensación aquella, no podía cenar de la risa.
Los vecinos, turulatos, me miraban con los ojos fuera. Yo con mi canadiense y una banquetuca de tijera, me senté fuera a comerme una lata de espárragos y un par de emparedados, amen de una cerveza y una chocolatina...luego me fumé unos pitos y cuando me entró sueño me metí a dormir no sin antes poner suave mi radiurria.
HAHAHAHAHA! Estoy segura que no habían visto cosa igual ni más cutrosa. Rompí su rutina.
Y yo, claro, lo recordaré siempre como una de las cosas más divertidas que me pasaron...que fueron muchas.
M,
Gru -
No decía croqueta en el sentido físico, aunque
últimamente también, hasta que me recupere. ¿"Seamos croquetas"? No está nada mal el título que propones.
Mi entrenador o preparador físico no es stripper que yo sepa, aunque el otro día llevaba la bragueta abierta, pero no se le veía nada (lástima). Eso sí, es un chico bastante guapo a la par que simpático. Espero no desconcentrarme demasiado con sus cualidades y hacer bien los ejercicios. ;-)
Soil Takada -
Espero que tu entrenador físico no comparta ciertas aficiones conmigo, sería una gran casualidad. :P
UNA CROQUETA?? que dices , Gru?? Venga ya, que ahora que te vas a poner en forma de nuevo, te vas a sentir de todo menos croqueta. Espero que no se te ocurra cambiar el titulo del blog, otra vez y menos por Seamos croquetas , aunque si hay que ser croqueta yo me pido ser de jamón :D
Gru -
Podías haberlo terminado con un "¿por qué?" :-P
Qhrlhy -
Qhrlhy
Qhrlhy -
Qhrlhy
Gru -
En el horóscopo soy un signo de agua, pero realmente yo me siento más bien una croqueta. Aunque la bechamel lleva agua así que algo de agua si habrá.
Bonita metáfora la del sabio que has puesto.
Soil Takada -
Pues a mi también me ha parecido leer un articulo parecido en esta página.
El maestro me dijo una vez que un día debía elegir entre ser como el agua de la corriente de un riachuelo o como las rocas. El fluir del agua me hará siempre cambiar verá muchas rocas en el camino incluso en alguna ocasión mi recorrido se ralentice al quedar estancada o rodeada de rocas pero volverá a su cauce y la corriente seguirá guiando su camino. La dureza y la quietud de la roca le hará permanecer en el mismo sitio y verá como la corriente arrastra el agua a otros lugares, incluso en alguna ocasión la fuerte corriente arrastrara la roca durante algún tiempo pero siempre volverá a su estado de quietud original .
Al leer los comentarios me han venido a la mente estas palabras, donde define dos maneras de vivir, Gru tú sin duda eres agua.
Saludos del ronin.
Gru -
Kiri -
Allà cada cual, esa es la mayor verdad de todas.
Pero que no anden jodiendo cuando acumulen frustraciòn y mala leche a raudales.
Que duermas bien, hermosa.
Gru -
Y yo me voy a dormir un rato (ahora que parece que me deja la criatura): es la rutina que más me gusta y esa no la cambio por nada, vamos. ;-)
Kiri -
Yo iba más al meollo de reconocer uno mismo consigo mismo si realmente se encuentra a gusto en sus rutinas o no. Y que, si no se encuentra a gusto, que cambie lo que tenga que cambiar, pero que no ande jodiendo la marrana por el mundo.
Bertrand Russell decía algunas cosas sobre el aburrimiento. No el aburrimiento de aburrirse un rato, sino el tedio a lo bestia, el que abarca una existencia entera. Decía que no se le da la suficiente importancia como motivo de conflictos, cuando es, en las sociedades avanzadas, donde ya no tenemos que estar todo el santo día ocupados para alimentarnos sino que tenemos tiempo de sobra para pensar, el padre de casi todas las neuras.
Yo me veo reflejada en esa vieja pareja que has descrito, Gru... si no me hubiera atrevido a cambiar de vida.
Cuando no hay entusiasmo, ni risas, ni nada más que la costumbre vacía como una cáscara hueca donde ya no vive apenas ninguna emoción, hay que recomenzar de otra manera. Es lo humano, lo sano y lo leal con uno mismo.
Si no, el hambre de sentir, algo tan radicalmente imprescindible y real como sentir, te lleva, en el mejor de los casos, a vegetar hasta la muerte; y, en el peor, a hacerte o hacer mucho daño.
Gru -
Lo que para mí, en la vida de los demás, puede parecer una fastidiosa rutina para ellos puede ser un fuente de dicha, y al revés.
Yo también soy un poco así como Ciri, a veces, otras soy una persona muy seria, otras no, depende de las circunstancias.
Ciri -
Kiri -
Lo estoy viendo venir.
Kiri -
La cosa que yo decía no era una cosa filológica, Gru. Decía que socialmente se considera la rutina como algo destructivo en las relaciones. Y lo es.
En cambio, la estabilidad no lo es.
Y es que, que las cosas se vivan como rutina o como estabilidad, va por dentro. Las mismas cosas.
Decía también, porque veo mucho de eso, a gente a patadas que es íntimamente desgraciada en su rutina, pero incapaz de cambiarla.
Esos son los gilipollas.
Hay para parar un tren y así está el mundo.
Ojo con ellos: odian a los que sí se atreven a cambiar; los odian y les gustan, una dualidad muy rara.
Y siempre venden motos sobre ellos. Siempre motos de que son gente pelín desequilibrada, un tanto inmadura. Pero tampoco, cuando encuentran a alguien así, se le despegan ni a sol ni a sombra.
Esos, los gilipollas, a la que te descuidas te chupan la energía como los vampiros. Porque están muertos de hambre.
También a esos, como a los caras del post anterior, hay que aprender a tratarlos. Si tienen algo que dar a cambio de lo que reciben, que lo dén. Si no, puerta.
Y que no vendan motos, coño. Inmaduros y desequilibrados son ellos, no las personas creativas y sensibles que se han atrevido a ser ellas mismas y que les están concediendo, a pesar de lo muermos que son, un espacio en su vida.
Así lo veo yo.
bErNaR -
(con lo creativos que son -qué paradojas-)
¡Comprobado!
Kiri -
Gru -
Kiri -
:-p
Gru -
¿Cura protestante o católico?
parapo -
Gru -
Es posible, también, que el tema esté muy trillado y lo hayas leido un montón de veces. ;-)
Kiri -
Bueno, podéis llamarlo rutinas si os place, pero la palabra rutina tiene un matiz de fastidio que las costumbres que a uno le ha dado la gana adquirir porque le molan, o porque le dan estabilidad material y afectiva, no tienen.
Aunque siempre hay momentos de aburrimiento, claro, pero, cuando no son llevaderos o sientes que los momentos estimulantes no los compensan, apaga y vámonos.
La gilipollez es seguir ahí, clavado como un palo, cuando ya no estás a gusto casi nunca, ni te diviertes, ni te sientes bien.
Y ya voy a dejar de discursear, que últimamente discurseo mucho y se está convirtiendo en rutina.
Que parezco un cura.
parapo -
Gru -
Los últimos años que pasé en Madrid soñaba con largarme cuanto antes de allí porque ya no podía soportarlo. Y lo curioso es que, siendo una ciudad que me gusta mucho para salir por la noche y divertirme, no la echo de menos en lo más mínimo.
Parejas así he visto unas cuantas, pero en ese caso se me quedó muy grabado. No sé si es porque cuando voy de viaje estoy más alerta y me fijo más.
Bambo -
Vivo en el mismo pueblo desde que nací. Nunca he sido aventurera ni he cometido grandes locuras. Lo más que me atreví a hacer fue dejarlo todo por amor e irme a una ciudad desconocida, sin trabajo y viviendo a expensas de la otra persona. Y lo explico mal: nunca llegué a hacerlo. Eso sí, tomé la decisión de hacerlo, que para mí fue un gran paso. Pero la cosa se torció y acabó mal.
Vivo justo al revés de lo que explicas, Gru: necesito, de cuando en cuando, de situaciones que me hagan sentir viva -por eso quizás me gusta tanto el teatro y el cine, porque es ponerme en otra piel de una manera bastante real- pero no podría disfrutar si no tuviese marcadas unas pautas con antelación.
La rutina como forma de vida tampoco me gusta. Lo ideal vendría a ser una mezcla.
En Linares hay un matrimonio que es exactamente igualito al que cuentas en la entrada: ella viste con ropa de finales de los setenta y se peina con el pelo en un moño en la coronilla, cardado. Y él va siempre con esos jerseys de punto con bolsillo superior que se llevaban por fuera de los pantalones... impresiona verlos con ese look, es como si no estuvieran adaptados al presente.
Kiri -
Gru -
De todas formas, el hecho de estar cambiando continuamente de lugar de residencia y de vida nos ha favorecido mucho (y estoy bien aquí, de hecho quiero quedarme, pero cada vez que me insinúa la posibilidad de cambiar otra vez de país se me abren los ojos y digo sin pensármelo "¿A dónde?". Pero una vez hecho el análisis del pais y las condiciones, todavía no he encontrado condiciones más favorables que las que tengo ahora). Esos cambios, con su dureza, han sido muy buenos porque no nos han dejado anclados en una determinada época. Yo no podría pasarme toda una vida haciendo lo mismo en el mismo sitio y con la misma gente. Necesito aire. Eso me impedirá tener raíces, pero bueno, tengo mi metro cuadrado de oxígeno para mí sola. Y es un lujo.
Kiri -