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Triscando

Normas

Anoche, en "Las Cerezas", Julia Otero entrevistó a una pareja compuesta por dos estrellas del porno. Una pareja simpática y que, contrariamente a lo que pueda parecer por su profesión, parecían tener la cabeza bien puesta (estas sorpresas que te hacen salir de lo establecido previamente me encantan). Hablaron sobre su relación y como la compatibilizaban con su profesión, ya que podía dar lugar a celos y malos rollos. Y en un momento dado lo que me llamó la atención fue que el actor porno dijera que aceptaba la profesión de pornostar de su chica y que lo llevaba bien siempre que el otro partenaire la "respetase". Y el respeto, en este caso concreto, consistía en que el actor porno, antes de la escena, no debe excitarse con la actriz que le ha tocado en suerte (nada de sobarla ni cosas parecidas) sino que se tiene que mentalizar solito.

Normas, curiosas normas. Da la impresión de que no existe un mundo sin reglas. Hasta en la industria del Porno, un mundo ciertamente marginal, donde pareciera que las normas son lo de menos, hay reglas de comportamiento un tanto estrictas, quizás para dar seguridad, sensación de control ante una situación confusa.

Sucede a menudo, también, que personas con comportamiento delictivo, al margen de la sociedad, tienen su propio código de honor y se consideran a sí mismos honorables y leales con sus colegas. Quizás se base esto en que uno no puede darse mala imagen de sí mismo si tiene que sobrevivir, y pese a las circunstancias y el comportamiento propio tiende siempre a excusarse y a encontrar en sí una serie de cualidades positivas, que curiosamente, concuerdan mucho con las de la sociedad bienpensante a las que en principio se oponen. Se imponen normas, y muchas veces, incluso, más estrictas que las de una persona estándar (que a veces son insoportables).

Es extraordinariamente raro encontrar a alguien que se considere a sí mismo como desleal, mala persona, traidor etc., aunque a efectos reales lo pueda parecer a los demás por su comportamiento. Siempre se encuentran excusas. Pareciera que se puede vivir sin normas. Es curioso, porque uno de los mayores deseos del ser humano, deseo íntimo en muchos casos, es saltarse la normas. Y sin embargo no puede vivir sin ellas.

Erotika Biblion

Erotika Biblion Nunca me leí la Biblia, ya que mi educación fue siempre laica. Para lo único que la usaba en casa era para jugar abriéndola por una página al azar y leyendo lo que ponía. Y nunca me ha importado no haberla leído ni la ehcho de menos, pero últimamente, en mis pesquisas sobre el "libertinaje", tema que me interesa bastante, me he enterado de la existencia de Erotika Biblion, de Mirabeau, que lo escribió mientras estaba en prisión y trata de sacar toda la sexualidad implícita que encierran los textos de la Biblia.

Y claro, ahora, precisamente ahora que menos tiempo tengo, es cuando tengo ganas de leerme la Biblia y el Erotika Biblión, porque debe ser de lo más interesante. He llegado a leer incluso, en palabras de un rabino judío, que la Biblia contiene una gran cantidad de pornografía. Y entonces ¿cómo se las han apañado durante siglos los teólogos y los religiosos para ocultar toda esa concupiscencia?

Y sin poder aún decir "sí, este pasaje de la Biblia es pornográfico" digo (con riesgo de que Bernardette, mi avestrucita querida, se me rebote) que no me extrañaría nada porque leyendo cualquier libro, cualquier obra sea antigua o moderna siempre hay resquicios para el sexo, que es un tema obsesivo para los humanos, cuando no trata exclusivamente sobre sexo. En lo único que, me temo, no hay lugar para el sexo es en los tratados de ingeniería, aunque nunca se sabe, porque a mí siempre me han puesto mucho las grandes obras de ingeniería, tanto es así que las plataformas petrolíferas me dejan totalmente traspuesta y mi intención, cuando se pueda, es tener la oportunidad de visitar alguna de estas que hay en el Mar del Norte.

Y los libros que hablan sobre mantener la castidad y leyes morales de ese tipo suelen ser los que más inciden en el sexo al hacer deseable lo prohibido. De hecho, en mi opinión, leer a los clásicos tiene una enorme carga erótica, si bien es de un erotismo tremendamente sutil, incluso moralizante muchas veces dada la presión social de la época. Como ejemplo, el morbazo impresionante de tipo erótico que tiene "Crimen y Castigo" con la relación casta entre Raskolnikov y Sonia, la prostituta piadosa. El autor mantiene hasta el último suspiro la intriga sobre si habrá o no encuentro carnal. O en "Noches Blancas", donde Dostoievski nos describe a una, en mi opinión, finísima calientapollas en Nastia, criatura apasionada de una pureza impresionante por irreal.

Y si nos remitimos a Cervantes, tan de moda en este año (¿Hay que leerse otra vez el Quijote? Yo lo he leído dos veces: una por querer hacerlo, a los 16 años, y otra por obligación, a los veinte, y creo que he cumplido dado que la mayoría de los españoles no se han leído tan siquiera un capítulo de la Obra Universal, así que esta vez, si es posible, prefiero no saber nada del Quijote y que no me den la brasa con tanto año de Cervantes), sus hermosas doncellas deshonradas y vueltas a honrar por obra y gracia del desmayo tenían un punto de morbo que me hacían la lectura más interesante, ya que siempre andaba el sexo, aunque de tapadillo, por medio. Y así tantos y tantos otros, que hacían de la intriga sobre si habría o no deshonra y el morbo sobre las deshonras varias y la tensión sexual no denominada así, claro, un nexo de unión del lector con el libro. Sin sexo, me da a mí que no se escribe ni un tratado de matemáticas. La trigonometría, de hecho, es eminentemente fálica.

Vale, ahora ya eres madre. Empieza la competición a ver cúal es la más madre de todas.

No comas, no duermas, no pienses. Tu conversación se reducirá a pañales, cacas, pises, gorgoritos, eructos y babas. Recuerda que eres madre y una madre es eso y nada más que eso. La mujer es madre antes que mujer.

No me he comprado una faja. Recuerdo que, cuando era niña, muchas mujeres llevaban fajas de color beige, con ballenas y refuerzos, para sujetarse las lorzas. Y entonces a mí me parecía aquello lo más feo del mundo, y con el tiempo, conforme fui creciendo, seguí aborreciendo semejantes instrumentos antilujuria por lo que hoy por hoy soy incapaz de ponerme un cacharro espantoso de esos. Una lástima porque voy perdiendo puntos en la competición.

Y es que da la impresión (o la menos a mí me la ha dado por lo que he tenido ocasión de ver) de que una mujer, cuando ya es madre, pierde su capacidad de ser mujer en otros aspectos: la seducción, la sensualidad, la sexualidad, y se queda reducida a la relación gratificante y única que tiene con el bebé. Es como si todo el universo anterior se diluyera y no hubiera más que ese ser pequeño y dependiente por completo de una. Es cierto que no ocurre en todos los casos, pero sí hay cierta tendencia a considerarlo así y, de hecho, hay mucha idealización de las madres usando ese baremo.

Y yo me pregunto cómo se puede. ¿Cómo se puede ser otra persona de la noche a la mañana? ¿Cómo se puede dejar de pensar en lo que hs pensado durante más de treinta años y de repente pasar a pensar sólo en pañales, sillitas, cochecitos, pijamitas rosas y biberones? ¿Es que acaso se atrofia una parte del cerebro? Porque yo pienso en todas esas cosas, en los impulsos cursis que me dan para poner a mi niña hecha un pimpollito y en otras muchas más: se puede decir que he añadido a mi vida una prioridad absoluta, pero no que mi vida se reduzca exclusivamente a eso. Porque yo hace un año era una persona y ahora sigo siéndolo aunque cumpla gustosamente con mis obligaciones de vaca lechera.

¿Y la sensualidad? ¿Y el gusto por ser? ¿Por qué se pierden? Es posible, según observo, que haya una causa natural en ello al existir un "enamoramiento" del bebé con la dejadez consecutiva de todo aquello que no sea el bebé en sí. De hecho, al dar de mamar se experimenta placer sexual, lo cual posiblemente sea suficiente para muchas personas (aunque al existir un tabú a este respscto ni sisuqiera se lo plantearán, y mucho menos en público)y no haya una mayor necesidad de buscar por ahí otros entretenimientos de ese género. Pero no sólo es eso porque la vida, normalmente, no se reduce a una sola cosa sino que diferentes capas, como una cebolla se van complementando. Y la competición entre mujeres para demostrar que una es la "mejor madre" (como si eso se pudiera medir) porque durante siglos tan sólo en el papel de madre a la mujer se le ha reconocido una influencia y un prestigio es algo a tener muy en cuenta aún en la sociedad en la que vivimos, aparentemente más abierta.

La anulación de una mujer por los hijos. "Una madre lo entrega todo", la llegada a la santidad a través de la maternidad e incluso hacer de ella un misterio. Y después te das cuenta de queser madre és cansado y muy gratificante, pero no una cuestión de santidad. Te guía el instinto ( y esto es algo curiosísimo), un instinto muy poderoso que te hace actuar de una forma mecánica, como si supieras lo que tienes que hacer desde siempre. Y ese instinto te incita a proteger y cuidar a toda costa a tu bebé, pero no te pide que tú te anules, sobre todo porque para ocuparte del bebé tienes que estar fuerte y en forma.

Magias

Anoche, en un interesante reportaje sobre la Reina de Saba y el Rey Salomón, un rabino judío, estudioso de la Cábala dijo que Salomón era un gran mago que volaba sobre un águila: "evidentemente, las águilas de entonces eran mucho más grandes que las de ahora, porque en una actual no hubiese cabido" dijo con convencimiento.

Hace años, un viejo pescador bretón, hombretón recio y simpático que en Gloria esté, me dijo que una vez, estando un poco borracho, se le había aparecido el Diablo al lado de un menhir.

Y tiempo atrás una chica que a mí me daba miedo (ni la compasión pudo con el rechazo visceral que yo sentía hacia su persona) se quedó parapléjica en accidente de tráfico: la culpa del accidente no la tuvo el conductor, ni otro conductor, ni el estado del coche, ni las condiciones climatológicas o de la calzada, ni siquiera la mala suerte. La culpa la tuvo un tenor que, envidioso de la voz de otro, hizo magia negra para que este se muriera, con tan mala suerte (torpe que era en la magia) que el accidente de tráfico destinado al tenor envidiado, dejó parapléjica a una amiga de éste y él salió ileso.

Evolutivamente, aquellos que creen en lo sobrenatural están en superioridad de condiciones porque se desgastan menos. Siempre encontrarán la excusa adecuada a sus deseos y no perderán el tiempo en fustigarse ni tendrán miedo a morir.

Post Valium

¿No decía yo que no iba a contar mi día a día? Pues ahora me apetece llevar la contraria. Preparaos para sesiones de tortura intensiva con bostezos de cincuenta segundos, lo menos.

Mis días tienen dos horarios para comenzar, que los marca un encantador reloj biológico de sonrisa fácil y boca hambrienta. Sea a las cinco de la mañana, sea a las siete y media. Me levanto dormida y con el sentido del equilibrio un tanto torpe, por lo que tengo que hacer verdaderos esfuezos para no darme de hostias con las puertas. Y el miedo de que esa torpeza cause algún accidente al reloj biológico me hace espabilar y despertarme. El reloj biológico come, es atendido en sus necesidades y una vez acostado de nuevo intento irme a dormir otra vez, pero no es posible, porque el reloj biológico tiene ganas de comenzar el día a pleno rendimiento y protesta. Entonces me llevo al reloj biológico al salón, a su parque, con sus juguetes y yo me tumbo en el sofá, a su lado a ver si hay suerte y se duerme y me puedo dormir yo también, pero el reloj biológico, que sabe que estoy ahí, no deja de mirarme y protestar cuando se le cae el chupete, (cada dos minutos), por lo que mi periplo en el sofá es accidentado, y al final acabo levantándome con sueño, pero sabiendo que no podré dormir. Desayuno un brebaje un poco asqueroso que no detallaré, pero no puedo desayunar otra cosa más normal porque tengo prohibidos el café y la leche de vaca. Y me ducho, sí, eso todos los días y fiestas de guardar, e incluso en Cuaresma. Y miro por la ventana y hay nieve y sol, y está todo muy bonito, pero hace un frío del carajo y sólo de pensarlo no me entran ganas de salir. Aunque saldré, claro. Me tengo que vestir con ropa deportiva, más bien ligera, y con pantalones de deporte estilo pirata, que dejan mis tobillos y parte la pierna al aire, salgo, llevando conmigo el carrito con el reloj biológico en dirección a la consulta del preparador físico. Hace -3 o así. Y yo con los tobillos al aire...

Llego a la consulta y el preparador físico aún no ha llegado. Espero y llega diez minutos tarde. Esta vez se excusa y no le digo nada, pero me hace gracia que una vez que yo llegué tarde bromeara con que los españoles somos muy impuntuales. Y yo le dije que sí, que claro, que muy bien lo que diga, que con mi reloj biológico tengo razones más que fundadas para llegar tarde, ya que no es fácil salir a la hora, pero que seguro que tiene toda la razón y aún más. Es flamenco. Y de una forma perversa, cada vez que lo veo se me asoma a la cabeza traviesamente la canción de Brel "Les flamandes".

Y mientras recupero los abdominales el reloj biológico protesta porque me quiere ver y claro, yo estoy en el suelo o a cuatro patas, en posturas no muy dignas, todo hay que decirlo, y no alcanza a verme. Y Jim se encarga de ponerle el chupete mientras le dice "bodibodibodi", que no sé qué podrá significar. Y casi me entra la risa de ver a un pedazo de tío enorme, de dos metros, haciéndole tonterías a mi reloj biológico para entretenerlo.

Y vuelvo a casa baldada. Ya han pasado cuatro horas y el reloj necesita comer. Y come. Y después quiere brazos y jugar. Y voy haciendo cosas diversas mientras lo atiendo. Chupete arriba, chupete abajo. Me conecto, me desconecto. Escribo un mail. Lo paso a borrador porque no puedo terminarlo. Voy escribiendo los mails y los post a trozos. Teléfono, cartero, farmacia. Catálogos y culebrón infumable mientras le doy de comer.

¿Cómo va el bostezo?

Para mí es un alivio contaros esto ya que hoy no tengo nada que decir pero ando de lengua fácil. Vamos, que tengo que decir lo que sea, y mientras más intranscendente mejor porque no me apetece pensar lo más mínimo, y menos subirme a las alturas etéreas sublimes esas que se ven tanto por los blogs (A lo máximo que soy capaz de subirme es a un árbol, y eso porque en mí aún queda el recuerdo subsconciente de mis antepasados monos, a quienes les debo una agilidad considerable y el gusto por los plátanos). Y así me quito de encima la carga de no poder publicar post por exigirme algo a mí misma que no sé ni lo que es. Porque, en fin, a estas alturas, y sabiendo que nunca he podido acceder a dominar las reglas de la gramática, que otros usan holgadamente, no me voy a estar pidiendo lo que nunca voy a conseguir.

Suena Sam Cooke, "Good Times". Y ahora me voy a pasear por el sol de nieve al reloj biológico, de sonrisa encantadora y mirada profunda por las calles de clos, ante casas de ladrillos rojos y fachadas modernistas de Maison de Maître. Y luego prepararé el árduo fin de semana de visitas que me espera, pero eso ya no lo cuento porque tengo piedad, criaturas.

Creo que este post Valium puede ser magnífico para cuando tengáis una noche de insomnio. Es que siempre me acaba saliendo la vena solidaria. Una que es así de bueníssssima y maravillossíssima. Algún día contaré mis obras de caridad y eso.

Aclaro que nunca como filetes rebozados.

Hipocritómetro

Teléfonos móviles de última generación, reproductores de mp3, cámaras de vídeo digitales, vibradores con mando a distancia, muñecas hinchables biodegradables con comunicación vía satélite... Sí, todo eso que nos ofrece la tecnología está muy bien, pero se echa de menos un instrumento práctico, de mucha ayuda en nuestra vida cotidiana, que ni siquiera a Punset, adelantado donde los haya y preocupado por el desarrollo y el futuro de la humanidad se le ha ocurrido la necesidad de crear para el desarrollo en armonía de las relaciones humanas: el hipocritómetro.

Es harto complicado ir a algún sitio sin conocer la hipocresía relativa del aire y no encontrarte convenientemente vestido para la ocasión. Vamos, más o menos como el tiempo, que te vistes distinto según el frío que haga. Así pues, si vas a una reunión donde la hipocresía relativa del aire es del 90% con vientos racheados de mentirijillas de fuerza cuatro y chubascos abundantes de sonrisas forzadas, lo normal es ponerse un buen impermeable y aclimatarse. Pero claro ¿quién nos avisa? Porque el problema de la hipocresía no es que exista, así como no es un problema que exista la nieve ni la lluvia, sino que nos pille desprevenidos.

E igual con la sinceridad, igual de peligroso es encontrarte con una elevada sinceridad de, digamos, el 85% por ciento con 45ºC a la sombra de verdades a pelo que te dan en la cara como una tormenta de arena en el desierto. Vamos, que no hay manera de ponerse a salvo a no ser que vayas vestido adecuadamente para la ocasión y bebas mucha agua, que las verdades deshidratan.

Es fundamental estar preparado para estas contigencias, y me resulta un tanto triste que la sociedad moderna no haya pensado todavía en hacer uso de la tecnología para crear un aparato que sería la clave del éxito en las relaciones humanas. Porque así todo el mundo iría vestido para la ocasión y claro, habría muchos menos malos rollos relacionados con el encontrarse de sopetón con un clima hipócrita si no se va preparado o con un clima sincero cuando se piensa uno que, afortunadamante, no le van a decir ninguna verdad. De hecho, los hospitales se descongestionarían dada la prevención de riesgos de yu-yus que supondría un aparato así. Además, molaría eso de poner el aparatito a funcionar y descubrir que (el clima tiene estas cosas, creo que es culpa de lo de la capa de Ozono) con los solidarios hipermegasinceros que se quejan de lo hipócrita que es el mundo y lo sinceros que son ellos el hipocritómetro se pone en números rojos y suena la alarma.

Querido Punset, a ver si lees este mensaje (claro que lo leerás, dado que este blog, como todos los del ciberespacio, es visitado diariamente por unos tres mil millones de internautas ávidos de saber qué he desayunado hoy* y si a mi amiga Cuqui- no recuerdo a ninguna que se llame así, pero es lo mismo, seguro que la tuve en otra reencarnación- le han tocado unas bragas a rayas fucsias y rosas que sorteaban en la ferrería de la calle Suspiros por la compra de tres metros de cable y unas tenazas) y te animas a sugerir a prestigiosos investigadores de la Universidad Fálica de Utah (UFU), que creen un hipocritómetro en condiciones a precios asequibles para el gran público. Todo sea por la tecnología, el desarrollo en armonía de las relaciones humanas y el futuro de la humanidad.

* Estimados lectores, ávidos de mi vida cotidiana, hoy he desayunado una taza de descafeinado con leche de soja y dos terrones de azúcar moreno de caña.

Veinticuatro, coma, nueve

Uno de los tópicos más comunes que se encuentran por ahí es el de "hay siete mujeres por cada hombre en el mundo". A veces, los más modestos lo rebajan a "cinco mujeres", lo cual es un detalle, pero no deja de ser interesante que ese dato se repita desde hace años, aunque la demografía mundial haya cambiado, y el número de "siete" se mantenga intacto.

Lo suele decir, casi siempre, un hombre que así defiende su posición de imprescindible, ya que, es evidente que siete mujeres en el mundo están como locas por conseguir sus servicios. Siete mujeres mayores de setenta años, se supone que locas por el especimen en cuestión.

En algunos países puede que tras tremendas guerras y enfermedades haya un hombre por cada siete mujeres, pero la media mundial no creo que sea así. Si acaso, digamos que hay más ancianas que ancianos, ya que la mujer que sobrevive vive más años, aunque tampoco está tan claro, ya que muchas de ellas mueren de enfermedades debido a que en muchos sitios aún se dispensa una mayor atención sanitaria a los hombres que a las mujeres, al ser consideradas estas como inferiores. Por ejemplo, en el Tibet, aún hoy en áreas rurales (el Tibet profundo, evidentemente, no el más desarrollado), a las mujeres que están de parto se las expulsa fuera de la tienda, aunque nieve, y en ocasiones se las envía al establo, ya que dar a luz se considera una "acto impuro". Marco Polo, sin embargo, hablaba del Tibet como de un país donde las mujeres eran libres, ya que consideraba la poliandria como una forma de libertad sexual, sin saber que esos matrimonios eran impuestos (dos hermanos se casaban con la misma mujer para evitar que se dividiese el patrimonio familiar). En fin, hay visiones para todo.

Pero bueno, si me dicen que somos siete mujeres por cada hombre yo me lo creo. Da gusto ver al que lo dice con los ojos brillantes, sabiéndose vencedor del momento porque ha aludido a una estadística totalmente verídica e incontestable que circula por ahí desde hace años y nadie sabe con exactitud se dónde ha salido. Ya se imagina, mientras lo dice, él, que con dificultad quizas se aparee tres o cuatro veces al año -y eso si hay suerte, los orangutanes una vez cada cinco años, por lo que pueden darse por afortunados- a siete mujeres con tacones de aguja y balones de rugby esperando en la puerta de su casa a que él se digne ocuparse de ellas.

Y a mí me gusta ver a la gente feliz, con ojos brillantes, sonrisa de oreja a oreja y el pecho inflado de triunfador omnipotente, así que he decidido que esa estadística que se ha quedado estancada desde hace años, tiene que evolucionar. Caballeros, no hay siete mujeres por cada hombre, ese dato está obsoleto: hay veinticuatro, coma, nueve mujeres por cada hombre.

Hala, que ya se pueden poner a esperar sentados en las puertas de sus casas a que a cada uno le aparezcan las veinticuatro, coma, nueve mujeres que les corresponden.

Terminator

Me hubiera gustado ser una de esas personas que van por la vida como si fueran a comprar patatas fritas: los terminator. He conocido varios y son una rara especie. Van, hacen, la lían con inocencia, de forma ingenua, con una sonrisa encantadora por lo inverosimil, y se largan a otra parte dejando el marrón.

Es envidia. Sé que es innato y que nunca podré ser como ellos así como nunca tendré los ojos azules ni mediré un metro ochenta ni me llamaré Howard ni seré barítono. A mí me gustaría ser un terminator y hacer lo mismo que ellos: no ser consciente, pero no hay manera. Nunca he podido desconectar el piloto automático y siempre he sido consciente de todo lo que he hecho por lo que no tengo la excusa maravillosa de la inconsciencia. ¡Qué putada!

Tuve un jefe terminator. Todos los días me reía con él a carcajadas: despistado, chapucero, desordenado... Como un crío. Divertido no por su intencionalidad en los chistes, sino porque era igual que el P.Tinto y te partías de la risa con él. Hubo un día, incluso, que, al salir de su despacho y del más absoluto de los absurdos surrealistas, me entró tal ataque de risa que me caí al suelo.

Hasta para encontrar un bolígrafo perdido entre la maraña de papeles desordenados de su mesa de despacho era divertido, y no veas para dedicarse a llamar por teléfono a diferentes empresas pidiendo información sobre productos de "mariconería" en lugar de "marroquinería".

Arrastraba un trágica (muy trágica) historia a sus espaldas que parecía escurrile por completo: y no tenía escrúpulos. Aguien se quejaba de que no tuviera escrúpulos y yo pensaba que, en efecto, esa circunstancia era fastidiosa para los demás, pero beneficiosa para él, ya que era la clave de su supervivencia.

Me reía hasta lo imposible, pero trabajaba diez horas diarias para organizarlo todo. Hasta para encontrar un bolígrafo le era necesaria y me llamaba a todas horas, incluso a casa por la tarde-noche. Tan desorganizado, tan ingenuo y tan listo, tan astuto para hacernos trabajar a los demás. Yo era su esclava.

Yo querría ser un terminator como él, porque lo admiro mucho, pero sé que nunca lo lograré: nunca iré por la vida como si fuera a comprar patatas fritas aparcando en las salidas de ambulancias, metiéndome en dirección contraria por la Castellana y echándole al culpa al copiloto, careciendo de los más mínimos escrúpulos empresariales aunque con una dignidad de señor con Don.

Los hay que nacemos herbívoros. Voy a ver si pillo un poco de alfalfa.

Desmayos

¡Las sales! ¡Las sales! Decían en las novelas cunado alguna dama se desmayaba. Y yo siempre me preguntaba qué sales eran esas y cómo se sentía una al desmayarse. Porque yo no me desmayaba nunca, ni intentándolo siquiera, aunque una vez fingí un desmayo, pero no era tan molón, romántico y delicado como los desmayos de las heroínas de novela. Mi desmayo fue sencillo: estábamos perdidos en las profundidades de un país del Este - cosas de seminarios de estudiantes con guitarra, canciones, ligoteos y multicultis- cuando la organización del evento nos puso una discoteca a nuestro servicio para que nos explayáramos un rato y diéramos rienda suelta al entusiasmo juvenil. Entonces, un polaco, una especie de armario pero flaco, con mentalidad de crío de diez años aunque andaba por los dieciocho, me agarró, me cogió en brazos, me llevó a la pista y se puso a dar vueltas como una peonza. Yo le decía que me dejase, pero él ni caso. Entonces, cuando me di cuenta de que me estaba mareando y la criatura no pensaba parar, dejé caer mi cabeza y los brazos, como si me desmayara y el paró, claro. Menudo susto le di. Se puso lívido. Todavía me río al acordarme. Poberino!!!

Pero ahora, en la era de internet, no sé cómo harán las dulces y delicadas señoritas con lo de las sales. ¿Cómo se desmayan? Con web-cam es más fácil, pero ¿en los blogs? ¿cómo hacen las almas puras y románticas? ¿Existe algún símbolo tipo :-)))///XD:-P para indicar que una se ha desmayado y que traigan las sales de inmediato? Es que el desmayo me parece imprescindible en toda alma pura y romántica que se precie y creo que la comunicación por internet no debe dejarlo de lado. Yo porque no puedo desmayarme, ya que soy de campo y con colores en las mejillas, pero si tuviera un alma pura de esas (ojalá, ojalá), y no la que tengo, que es una especie de cabra montesa, me desmayaría todos los días un par de veces, lo menos.

Agradecimiento

¿Cómo lo han sabido? Gracias, gracias... Mil gracias por lanzar al mercado las compresas con sabor a plátano y radio incorporada. Era uno de mis mayores deseos desde mi más tierna infancia. Siempre lo esperé y por fin hoy -día que marcaré en el calendario como mi segundo nacimiento- la Gran Multinacional ha atendido a mis ruegos.

Todavía me quedan otros deseos por cumplir no menos importantes para mi desarrollo personal: biberones que se comuniquen vía satélite con civilizaciones extraterrestes, pañales reversibles con conexión a internet, yogures con afeitadora eléctrica incluída, calcetines comestibles con efecto laxante, bolígrafos sopinstant con sabor a brócoli, sillas biodegradables con microondas... Tantos, tantos deseos. Y sobre todo, lo que me gusta lo más de lo más es que con cada pack de dos productos de estos que pienso adquirir - en cuanto la Gran Multinacional escuche por telepatía mis pensamientos - me van a regalar una Tortuga Ninja teledirigible que se hace pis en los enchufes provocando cortocircuitos y tres tupperwares con la ropa interior usada de los concursantes de la última edición del Gran Hermano.

Porque ¿realmente queremos compresas que sean compresas? No, claro que no, las deseamos con radio y sabor a plátano. Y es una suerte que los creativos sean tan originales que nos las ofrezcan. Evidentemente, es falso eso que dicen de que la oferta crea la demanda (una de las leyes básicas, dicen los no entendidos). Nosotros, los consumidores, tenemos el poder. No es que nos traguemos lo que haya y lo que nos echen, sino que pedimos y nos lo ofrecen. Por ejemplo: yo pedí un esterilizador de biberones que se estropeara a las tres semanas por eso de entretenerme un poco yendo a la tienda a exigir la garantía. Y como no me daban otro nuevo, sino que tardan tres semanas en repararlo, me he tenido que comprar otro, esta vez de los esterilizadores para microondas, los cuales explotan de vez en cuando y se rajan enteritos, más que nada, para dar alegría y jolgorio a estas vidas burguesas tan aburridas que llevamos.

También pedí que me cambiaran artículos de consumo que me gustaban y funcionaban bien por otros - mucho más modernos, con efectos supersónicos de estos y que no me gustan- sólo para sufrir un poco y saciar así mi vena masoquista. Y por supuesto, pido que me regalen tupperwares variados y muñequitos idiotas varios por eso de llenar la casa de porquerías, que tanto espacio libre me molesta.

Gracias, Gran Multinacional, (reverencia) por cumplir a rajatabla mis órdenes y el más mínimo de mis deseos. Soy una consumidora modelo, de estos que tenemos el poder y eso, y me tragaré todo lo que me eches afirmando hasta la saciedad que me es indispensable y fui yo quien lo pidió así.

Nueva definición

Nueva definición Y de repente una se sorprende siendo lo que no se creía que se era. Flemática, sí, eso creía. Hasta que algo hace saltar por los aires esa flema en un instante y una se queda atontada, contando estrellitas como en los cómics, y se dice con vocecilla intranquila "pero yo no era esto..."

Subida en las plataformas de la flema, parece que el río de lava no la afecta a una hasta que llega a los talones. El problema es que las plataformas se derriten con el calor. ¿De qué hacen las plataformas hoy en día, que no aguantan nada? Una ya no puede ser ni Drag-Queen en condiciones.

Creemos que somos una cosa y nos sorprendemos haciendo lo contrario de lo que se supone deberíamos hacer. Eso nos pasa por creer. Me pasa por creer. Hubiera sido más sencillo no ponerme a creer ni a teorizar sobre ello, ya que ahora me tengo que inventar unas teorías nuevas, con lo cansado que es eso y el poco tiempo que tengo. Y el problema es qué me invento ahora. La falta de sueño me ha afectado la imaginación seriamente.

Me puedo inventar que soy un escifozoario y a partir de ahí sacar una serie de características que correspondan al carácter de los escifozoarios y redefinirme con ellas. Todo sea por definirme. Al fin y al cabo, toda autodefinición es tramposa por subjetiva e incompleta. ¿Cuántas cosas nos ocultamos cuando nos autodefinimos? ¿En cuántas cosas mentimos, ya sea de una forma inconsciente o semiconsciente? Si no nos mintiéramos probablemente (como dijo alguien que ahora no recuerdo) dejaríamos de saludarnos.

Ahora que he decidido ser un escifozoario voy a inventarme una serie de características que me molen para autodefirme y me las voy a creer a pies juntillas. ¿Mentirijillas? Por favor, ¿cómo osáis pensar eso? Los escifozoarios son los seres más sinceros que existen. Lo digo yo, que soy uno de ellos.

A ver, características:

Dentro de los escifozoarios me pido ser un alcálefo, y dentro de los alcálefos decido ser una Pelagia Noctiluca, o sea, una cubomedusa que vive a profundidades variables. Tiene coloración rosaceomorada y la umbrela salpicada de puntos negros. El manubrio (¡Por Dios! ¿Tengo yo de eso?) está formado por cuatro largos y robustos brazos bucales.

Mola lo de la coloración rosáceo morada. Se lleva mucho esta temporada.

Y bueno, lo de las características psicológicas lo pongo ya mismo, por supuesto:

Abracadabrante, polimórfica, invariable, urticante y vibrátil.

Y además, encima tengo ocho tentáculos.

Seamos avestruces

Leo por ahí, en otros blogs, diarios de vidas humanas (o eso parece). Los hay de dos tipos: o son de un interesante extragaláctico de tantísimas cosas fuera de las normas que han hecho y a cuantos homínidos se han tirado por minuto, o son de una lánguida rutina que haría bostezar a las almejas. Un ejemplo del diario A: el fucking-extragaláctico.

"Me levanté está mañana, le abrí la puerta al fucking cartero y me lo tiré. Le robé las cartas y las tiré por la taza del vater y con su tarjeta de crédito me fui al cajero a sacarle la pasta. Oh, shit, el banco estaba lleno de bloody burgueses. Allí me tiré a dos padres de familia que estaban sacando el dinero y luego me follé a todos los empleados. En media hora había acabado con todo el banco. Qué fantástico que soy, of course, y qué miserables gusanos sois vosotros, que no me entendéis y no sabéis lo que es robarle las bloody cartas de shit al fucking cartero."

Ejemplo del diario B: rutinario bosteza-almejas.

"Me levante esta mañana, le abrí la puerta al cartero que es primo de una amiga de mi tía la del pueblo que se casó con un guardia civil en el 57 y me dijo que estaba muy cansado porque trabaja mucho. Luego fui al banco a abrir una cuenta ahorro vivienda porque quiero comprarme un piso aunque voy a seguir viviendo con mis padres y vi a ese empleado que me gusta y que no me hace ni caso porque dicen que es gay. Y a mí no me importa que sea gay siempre que me cumpla, pero me dicen que los gays no cumplen con los que no son gays y yo no lo entiendo porque qué tendrá que ver una cosa con la otra y la velocidad con el tocino y a quien madruga Dios le ayuda porque a cada cerdo le llega su Sanmartín. He comido ensalada de lechuga y tomate y un filete a la plancha que ha hecho mi madre aunque yo le he dicho siempre que lo prefiero rebozado."

Yo no pienso contar mi vida: es muy aburrida. Si tengo que contar cuantas lavadoras pongo al día, cuantas botellas de agua me trago y a qué horas paso de ser persona a servidora y comida (sí, literalmente, aunque no me sirva en un plato) de la reina de la casa, me quedaría dormida en el teclado. Estoy pensando en inventarme una vida nueva, no por nada, que la mía está bien, sino para contar algo y ser un verdadero "blogger", de esos con medallita de méritos y corte de pelotas, pero no quiero que sea ni bosteza-almejas ni fucking-extragaláctico. Una vida de filete rebozado me parece un auténtico desperdicio, y más aún, tomarse tiempo en contarla, y una vida de follarse a todo el banco me parece, además de poco agradable (porque el público que suele haber en los bancos muchas veces no se ducha lo suficiente y puede que incluso tenga ladillas, aunque hay excepciones, por supuesto) un tanto escocida.

Pues eso, hala pues. Qué me tendré que inventar algo para ser cyberpersona y eso. Por ahora he decidido ponerme dos trenzas rubias y llamarme Shannon. Mi principal objetivo es montar una granja de avestruces para usarlas como caballos de tiro solidarios. Soy vegana e hypermegaingenua, que me mola mucho eso. Muy flower power. Sois todos muy malos y el mundo es un espacio muy egoísta. Menos mal que estoy yo aquí para recordaros lo malos que sois y lo solidaria que soy yo con las avestruces huérfanas. ¡¡¡¡Ja!!!!

Avestruces for ever!!!

Argumentos

Estaba tomándome una mandarina cuando de repente me asaltó la idea: "¿Cuánto tiempo llevo defendiendo (si es que defiendo algo) los mismos argumentos?" Cinco años, me respondí.

En cinco años me habre zampado quizás unos cien kilos de mandarinas (tal es mi aficción), y sin embargo fue esa mandarina y no otra, ni siquiera un mango o una granada la que me hizo saltar el click.

Y es que cinco años son muchos y los argumentos, de tanto repetirlos están ya un poco ajados. Me aburro hasta yo, que soy poco proclive al aburrimiento porque siempre acabo entreteniéndome con algo. ¿Y si los cambio? Porque lo malo de unos argumentos ajados es que para defenderlos a capa y espada (por eso de no cambiarlos por otros, que da pereza) tienes que hacer el esfuerzo de creértelos, y entonces te los tomas en serio y los conviertes en principios. Y los principios, bo, bo, bo... Me dan mucho yuyu. Porque esos principios que se tienen que autoconvencer de que son los mejores, se convierten en unos tiranos, rígidos, que no te dejan vivir a ti ni a los demás.

Así que me voy a buscar unos nuevos, no por nada en particular, sino por cambiar un poco de discurso, que ya me he hartado de primates y bichos varios (son feos y peludos, nada fashion). A ver si los encuentro en alguna parte. Los quiero frívolos y ligeros, muy ligeros, como plumón de ganso húngaro, algo así como los consejos cosméticos de Cosmopolitan o Marie Claire.

Y seguro que, encuentre los argumentos que encuentre, los defenderé con ahinco, con fuerza, como conversa reciente, y eso mola mucho porque entretiene, ya que implica peleas varias, luchas, palabras, retórica... Nada hay como el deseo de pelear y revolcar al adversario por el barro, ni siquiera el sexo, aunque ahora que lo pienso el sexo revolcándose en el barro no debe estar nada mal (si no me pillo una pulmonía) aunque deberé enterarme antes si las manchas se quitan.

Bueno, vayamos a lo importante: hace dos meses que no me pinto las uñas y eso es una desgracia. Incluso me las tuve que cortar, lo cual me costó un serio disgusto. Para celebrar la Navidad me las pienso pintar. Ya que no he puesto ni árbol, ni Belén ni un mísero pastorcillo, qué menos que pintarme las uñas para dar un tono de color a fechas tan entrañables. Y voy a comprarme unas bragas rojas con el logotipo de la Coca Cola.

Y nada, pues que Feliz Navidad y eso. Que ya encontraré argumentos para defender por qué felicito la Navidad si en teoría soy contraria. Sí, seguro que los encuentro por ahí. No tengo más que centrifugar un rato los argumentos antiguos y me salen otros nuevo recién lavaditos y relucientes.

¿Hasta cuándo me mantendré impasible?

¿Me disolveré algún día en el frío?

Por estos caminos perdí la ligereza. La ligereza.

Rencor

Sin rencores.

Eso dicen, que sin rencores, que es malo tener rencor, que nadie que se precie de bueno y guays lo tiene porque lo supera todo con su aura disciplente y de seguridad en sí mismo. No está bien visto tener rencor, no es noble, ni sano, ni sirve para dar puntos para el nirvana. Mejor decir que no existe, que no se usa de eso, que uno se traga el dolor y la rabia y se diluye por magia en los ácidos del estómago. Sin rencores, sí, que somos muy sanos y lo soportamos todo como si nos resbalara.

¿Y qué pasa cuando un día esos rencores silenciosos que se han ido acumulando como capas freáticas, diluídos aparentemente en la magia del buen rollito impuesto pugnan por salir? Prefiero no pensarlo, que me da yuyu.

Rencor es resultado de la incapacidad en un momento dado de enfrentar una situación de rabia, de desamparo, de injusticia, de humillación. ¿Y existen seres omnipotentes capaces de enfrentar todas esas situaciones sin que un resquicio de rencor se les quede atrapado en una grieta? Deben existir, sí, porque hoy, leyendo por encima las declaraciones de un disidente que ha sido liberado en Cuba, decía que no tenía rencor.

Yo creo que en su caso sí tendría rencor, y mucho (aunque quizás me callaría y diría hipócritamente lo mismo que él, por eso de preparar la venganza en frío). De hecho, guardo rencores antiguos por cosas más pequeñas. Rencores de situaciones que no pude enfrentar en su momento debido a mi corta edad, al desamparo y la falta de experiencia. Siempre hay situaciones que no podemos ni sabemos enfrentar, por lo menos los seres vulgares y corrientes como yo, que venimos del mono, y no fuimos creados por un ser divino.

Tela a cuadros

Ayer por la tarde, medio adormilada en el sofá, me desperecé de pronto al escuchar un reportaje sobre África. Abrí los ojos y un africano vestido a a la usanza tradicional de su pueblo (no sé de qué país era y suele ser un dato importante) explicaba las razones por las que había decidido tomar una segunda esposa:

1- Porque si la otra mujer está embarazada y da a luz él se tiene que aguantar las ganas sexuales durante una temporada.

2- Porque él no es, en absoluto, ningún adúltero.

3- Y también por amor, claro, siempre hay amor en el fondo. Además, la nueva mujer es más joven. (Éste sí hablaba de amor, pero me temo que no era del amor tal como nosotros lo consideramos en Europa)

Y me eché a reír. Me hizo gracia tanta espontaneidad a la hora de explicar sus razones y sobre todo el convencimiento de que él no es un adúltero.

Posteriormente, una prostituta, de Mali, que había huído del hogar familiar para no someterse a un matrimonio no deseado, aclaraba su relación con Dios diciendo que lo bueno que tiene es que le rezas y siempre perdona.

Y me pregunté qué tendría Dios que perdonarle a ella con la vida que le ha tocado llevar a la pobre. ¿No será al revés?

Más allá de culturas, raíces y tradiciones, me da la impresión de que el ser humano siempre se está inventando subterfugios para poder presentarse a sí mismo de una forma conveniente. Así, el polígamo se sentía bien en su piel porque no era un ser despreciable como adúltero. La prostituta solucionaba el conflicto que le producía su profesión, despreciada socialemente y considerada pecaminosa, rezando y sintiéndose ipso-facto perdonada por Dios (por suerte, se había buscado un Dios indulgente).

Y empecé a recordar tantos y tantos comportamientos de autoafirmación en la mentirijilla solapada que observo diariamente. Los hay variados: desde el que se presenta a sí mismo en la forma clásica de bondad y principios, hasta el que se presenta como un rompedor absoluto de tabúes. Y entre ambas poses una infinita tela a cuadros de distintos matices, poses también, claro, aunque de distinta intensidad y no tan evidentes.

Subterfugios, engaños, mentirijillas piadosas que uno se dice a sí mismo para sobrevivir diariamente. Y gracias a Dios que sabemos mentirnos (¿Esa asombrosa y maravillosa capacidad nos la dió Él en el pack de nacimiento?, aunque es una arma de doble filo, porque llevada a los extremos se convierte en arma de destrucción masiva.

De amor

De amor ¿Qué es el amor? le preguntaron a una babushka (abuela rusa) vestida toscamente, con botas, gruesas medias y un pañuelo roto en la cabeza. Se rió pícaramente y contestó "No sé. Yo no he tenido tiempo para eso porque me he pasado la vida trabajando" Y añadió mientras reía y se encogía de hombros, sentada en un tronco: "Mi marido se murió hace mucho. Era muy borracho. Me dió muy mala vida y ahora estoy mucho mejor"

El autor del reportaje buscaba el romanticismo que había inspirado a un gran autor ruso a escribir un poema que ahora no recuerdo hablando sobre el amor en Yaroslav. Fue a los campos helados buscando la inspiración, la sensibilidad, la sensualidad, la ternura.

En una granja de pollos preguntó a otra, que trabajaba recogiendo el estiércol. Misma respuesta. Y después a cuatro o cinco más, que se reían a boca ancha mientras bromeaban entre ellas sobre las borracheras de los maridos a los que habían echado de casa. Nadie conocía el poema. Nadie hablaba del amor.

***

En Israel, un hombre judío de origen etíope, polígamo, dejaba entrar en su casa a las cámaras para mostrar a su nueva esposa, una chica más joven que la primera, con quien tenía ya unos cinco hijos o así. Al final, después del seguimiento de un año de pequeñas rivalidades molestas entre ambas esposas y el nacimiento de una nueva niña en la familia, el orgulloso patriarca decía en confidencia al periodista: "¿Sabe? Yo creo, de todas formas, que a mi hogar le falta femineidad, que necesita algo más femenino. Así que, en cuanto pase un poco de tiempo, me caso con otra más".

Y hablaban de lámparas, territorios e hijos. Nadie hablaba del amor.

***

Los Zapotecos hablaban de la aceptación de la homosexualidad (travestismo masculino) en el seno de su comunidad. Según decían las mujeres (aparentemente, es una de las pocas sociedades matriarcales que existen, aunque diferentes estudios no se ponen de acuerdo en este asunto), un hijo homosexual les es muy beneficioso porque se ocupa muy bien de la casa y ayuda mucho, además de no abandonarla nunca al no casarse ni tener descendencia propia. También, entre las ventajas de tener travestidos, estaba el hecho de que las mujeres podían conservar su virginidad hasta el matrimonio, al ocuparse ya los travestidos de iniciar sexualmente a los jóvenes y servir de solaz a los hombres de la comunidad para descargas hormonales. Evidentemente, se había aceptado la homosexualidad porque le sacaban mucho provecho.

Y nadie hablaba de amor.

***

Un lujo. Otro más. La sensualidad y el amor son lujos, como el perfume, la seda y ver nevar con velas.

Imagen: Erté "Flames of love"

Chantajes a la carta

¿Cuántos chantajes emocionales soportamos al año? ¿Se pueden contar? ¿Programar?

Estaría bien que fueran en fila india, embaladitos, como en una cinta transportadora y apareciesen sólo los días pares o impares, por eso de descansar y recuperarse entre chantaje y chantaje. Una utopía más, por supuesto, de tantas.

Veo como se cocinan ya los chantajes venideros, esos que están a la vuelta de la esquina, y siento ya cierta rabia anticipada. Otra vez toca el desagradable papel de marcar territorios, de ser una persona implacable, o al menos parecerlo. "Comprende que", se supone que mi comprensión es ilimitada, sin embargo el que lo dice no se para a comprender que no tengo por qué comprender. "Cede para que X esté contento" Se supone que para mí es muy importante que X esté contento, pero el caso es que me importa más estar contenta yo. X anda mucho más pendiente de sus necesidades que de las mías, aunque disfraza de sacrificio lo que supuestamente hace por mí, que, por otra parte, yo no le pido.

Hay personas que, por desgracia, sólo saben funcionar en clave chantaje. Ni siquiera son conscientes de ello. Lo curioso es que están absolutamente convencidos de su altruismo, bondad y actitud desinteresada, por lo que es imposible que, en un momento dado, se den cuenta de lo que hacen. Y hagas lo que hagas, ellos se han puesto en la piel del sufriente, por lo que a ti te toca la piel del malo que hace sufrir. Un rol cansado, este de malo, porque el bueno, convencido de que la razón e incluso el Reino Celestial están de su parte, no para de insistir en convertirte, en un ejercicio de proselitismo pesado y lloroso al que sólo puedes responderle, si no quieres convertirte en una marioneta de la bondad, con dureza. Y esa dureza le convence aún más de que es una víctima y se pone más pesado, aunque lo disfruta mucho, todo hay que decirlo.

El caso es que yo no disfruto nada teniendo que ser dura e implacable. Sé que a los chantajistas les mola mucho, porque sufren gratis y se autoconvencencen de lo buenísimos que son, pero a mí no me aporta ningún beneficio. Ése es el problema. Tengo que aprender a sacar algún tipo de beneficio de esto, por lo menos que me dé para comprarme un traje a lo Cruella Devil para la performance.

Estaba pensando en poner un negocio de chantajes a la carta con lloros, sin lloros, con acusaciones directas o indirectas, al gusto del consumidor. Según el tipo de chantaje se cobra más o menos (se pueden hacer ofertas por grupos y promociones especiales de Navidad).

Por supuesto que todo lo hago por altruismo y eso, por los demás, porque nunca jamás de los jamases pienso en mí (lloros *).

* Todavía no me salen lo lloros muy bien (sí, ya sé que están desafinados), pero ya veréis: estoy aprendiendo la mar de bien a chantajear, e incluso creo que va a ser mi nueva vocación. Mola.

Más mitos

Y más mitos. Esa tendencia a mitificarlo todo, a huir de una realidad un tanto prosaica me llama poderosamente la atención. Leo por ahí como mitifican la infancia y dicen que es un periodo especial en los que los niños tienen capacidades que los adultos perdemos. Como si los niños, así, en genérico, fueran superdotados.

Y me temo que no, que hay niños encantadores, sensibles e inteligentes, pero que hay otros insensibles e insoportables. Lo que ocurre es que un adulto que se considera a sí mismo sensible e inteligente, cuando echa una ojeada a su infancia y la añora, se ve representado en los niños sensibles e inteligentes y no en los otros. Si vuelvo a mi infancia y veo con los ojos de una niña me encuentro con cantidad de críos cuyo comportamiento era cruel, repugnante e hipócrita, aparte de carecer de encantos y talentos varios.

Recuerdo a G. y D., hermanos. Eran verdaderamente repugnantes y crueles ya a la edad de cuatro años. No sé si tenía que ver el hecho de que su madre se llamase Aniceta, que puede traumatizar a más de uno, pero el caso es que eran un terror, ya con voz ronca, que disfrutaban maltratando a los bichos. Me desaparecieron dos patos y estoy segura de que fueron ellos los que les retorcieron el pescuezo porque venían todos los días a verlos y los tenía que echar de allí. A ciertos bichos los maltratábamos todos, quizás por la lejanía entre especies, pero a los mamíferos o las aves que tenían nombre propio y eran mascotas los respetábamos bastante. Por ejemplo, echábamos agua en los hormigueros para ver cómo salían las hormigas, pero recogíamos a las golondrinas y los gorriones caídos del nido. Claro que, en esto también había una gradación de sensibilidad. No todos sentían el mismo grado de empatía por los mismos bichos. G. y D. eran los casos más extremos, pero había muy diversas formas de comportarse en las que la capacidad de fingir ya era toda ventaja a la hora de sobrevivir.

Igualmente, se mitifica a los ancianos como ejemplo de sabiduría. Y sí, los hay sabios, pero me temo que los que han sido zopencos toda su vida llegan a viejos igual de zopencos. También se ven frágiles aquellos que han sido unos hijos de puta y a las personas sensibles les dan pena. Me temo que, cuando uno se considera inteligente y sensible, cree que de mayor será sabio y frágil, y no zopenco ni hijo de puta sin fuerzas.

Que sean viejos y niños zopencos e hijos de puta no implica que sus madres deban apercibirse de ello, no, en eso la naturaleza es sabia y ciega por medio del instinto. Es deseable que la madre no se dé cuenta de nada y quiera a sus hijos sean como sean. No quiero ni pensar qué ocurriría si no fuese así.

Pero es mejor pensar que la niñez es magia y la vejez es sabia. Fustiguémonos como adultos estúpidos incapaces de ser como los niños y los viejos. Al fin y cabo, el látigo deja marcas muy molonas de sufrimiento y luego se pueden enseñar por ahí, como los tatuajes. Para presumir hay que sufrir: ya lo dice la sabiduría popular.

Sofisticación

Ayer, en una respuesta a un foro alguien dijo: "me paso por el forro de los cojones tal y cual...". Y yo me quedé obnubilada ante la expresión "forro de los cojones" porque no sabía que llevasen forro. Es evidente que desconozco muchas cosas de la tendencia de la moda y de la alta costura. Creo que me he quedado un tanto desfasada con tanto leer sobre primates y australophitecus, que van desnudos y no disponen de medios sofisticados cuando se trata de pasarse algo, ya sea de forma masturbatoria o para despiojarse, por semejante parte.

Y es que forrar los cojones es de una sofisticación que supera los límites de mi educación campestre, por lo que creo, necesitaré algunos apuntes sobre el tema para adecuarme a la vida urbana. Tengo mis dudas, claro está: ¿El forro es de seda o con rayón se las apaña uno? ¿Se cose directamente el forro a lás gónadas? ¿se grapa o se arregla el asunto con un lacito? ¿se usa un fruncido? ¿produce el forro en los cojones algún tipo de alergia o prúrito? ¿en las relaciones íntimas se debe dejar el forro o es mejor quitarlo?

¿Se puede ir a una reunión social sin forro en los cojones? ¿puede dejar de hablarte tu jefe y ser la comidilla del resto de empleados si no llevas el forro o lo llevas roto y descosido?

Y lo que más me preocupa: ¿Hay que hablar en los círculos sociales de tiendas donde se compran los forros de los cojones de marca y presumir de tu forro o es un tema mejor a obviar?